• América, tierra de jinetes. Del charro al gaucho, siglos XIX a XXI Del 18 de abril al 21 de octubre de 2018 Palacio de Iturbide. Entrada libre

En este mes patrio, te invitamos a conocer más a fondo el legado histórico-cultural de los mexicanos a través de la figura del charro, representado junto con otros caudillos del continente americano en la exposición América, tierra de jinetes. Del charro al gaucho, siglos XIX a XXI en el Palacio de Cultura Citibanamex – Palacio de Iturbide. Deléitate descubriendo la historia del charro mexicano a partir de una selección de pinturas, atavíos, objetos y documentos.

El perfil tradicional del charro, que ha perdurado en el imaginario colectivo de la sociedad, ha sido aquel que el cine mexicano –durante su llamada “época de oro”: años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado– difundió a través de las películas protagonizadas por personalidades inmortales, como Pedro Armendáriz, Pedro Infante y Jorge Negrete. La charrería es considerada una de las tradiciones más populares y apreciadas en México y en el extranjero, ya que representa una parte importante de la identidad nacional del mexicano en la época actual y en 2016 fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Desde el siglo XVI, con la llegada en 1519 de los primeros caballos en las naves de Hernán Cortés (1485-1547), se inició el proceso que convirtió al vaquero y luego al chinaco en el elegante charro de México, con su traje de gamuza o paño, botonadura de plata, pantalón ajustado, chaqueta corta bordada, sarape de Saltillo, botas o botines de piel, corbata de seda, camisa bordada, sombrero de ala ancha, pistola y espada toledana.

Los orígenes de la charrería se remontan a la época virreinal –durante la gestación de expertos en las faenas del campo–. Como actividad económica principal, la ganadería requería el empleo de trabajadores que supieran domesticar animales para su aprovechamiento en las distintas actividades; se estima que los encargados de esta tarea –los arrendadores– fueron aquellos que sentaron los cimientos originales de la figura del charro mexicano.

Durante algún tiempo, los trabajadores eran los jinetes que se encargaban de las tareas de domesticación animal y de ganadería. Sin embargo, más adelante, los hacendados (“los patrones”) desempeñarían las mismas tareas que eran propias del oficio ganadero, realizando maniobras arriesgadas que se veían como resultado de fortaleza y valor; ello llevaba a los “patrones” a festejar este tipo de maniobras y a exhortar a sus vecinos en la participación de las mismas, dando como resultado el carácter festivo que se asocia normalmente a la figura del charro. En conjunto con esta noción de carácter festivo y, aunado a la llegada del emperador Maximiliano de Habsburgo a México, la indumentaria de los rancheros se transforma y se engalana con ornamentos de más alta calidad: espuelas de plata, montaduras bordadas, trajes de gala y sombreros de lujo.

Los charros mexicanos fueron protagonistas durante consumación de la guerra de independencia mexicana y después de la misma, influyeron en los primeros años de la vida independiente del país, ya que gran parte de los contingentes que dirimían las diferencias partidistas en el campo de batalla estaban compuestos por gente de origen rural, jinetes que cambiaron el arreo del ganado por los arreos bélicos. Personajes históricos como Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, José Antonio Torres, Gordiano Guzmán, Valerio Trujano y los Galeana, fueron famosos caudillos que participaron en la independencia; todos ellos de extracción rural y estuvieron relacionados de alguna u otra forma a las actividades agro-ganaderas.

Durante la época de la Revolución Mexicana, ya se encontraba asentada una rica y valiosa tradición cultural del mundo rural que se hallaba, en gran medida, ajena a las influencias de las urbes. La vida en el campo se representó a menudamente, dentro del arte pictórico, en escenas de la vida cotidiana que mostraban las diversas actividades de los jinetes dentro y fuera de las haciendas. Al estallar el enfrentamiento armado, las haciendas se vieron afectadas por el cercenamiento de tierras a menores extensiones, impactando en la forma de vida del campesino que trabajaba en los diferentes territorios destinados al trabajo agropecuario; ello llevó a diversas oleadas de migración a los centros urbanos, donde los antes campesinos buscaban mejores condiciones de vida y de trabajo.

Finalmente, en el siglo XX y XXI, la charrería se transformaría en una actividad deportiva que se practicaría por charros que estuvieran concentrados en asociaciones específicas de dicha actividad. La preservación de la tradición charra fue posible con el traslado de esta a las ciudades y a los pueblos como elementos de identidad que se buscaban reproducir como usos del ámbito rural, de donde venían los citadinos, antes campesinos. El resguardo se cristalizó con la fundación de la Asociación de Charros, la cual promovía el agrupamiento de todos aquellos ecuestres que tuvieran relación con la tradición charra, en toda la República Mexicana. En tanto, otras organizaciones comenzaron a surgir en distintas poblaciones del país, y en la misma Ciudad de México nació la Asociación Nacional de Charros en 1921.

El espíritu popular de los jinetes rurales que se organizaron a principios del siglo XX, ha mantenido la tradición charra como parte del espíritu nacional actual. Además, la charrería se ha clasificado como el deporte nacional en México por ser representante de una serie de expresiones netamente originarias, practicada desde tiempos remotos por un sector de la sociedad rural –específicamente aquella dedicada a la tarea agrícola-ganadera– que con el tiempo ha logrado consolidarse dentro del proceso de formación de la nación mexicana.

Para conocer más sobre la historia del charro en México y de sus semejantes en el continente americano, no te pierdas la exposición América, tierra de jinetes. Del charro al gaucho, siglos XIX a XXI en el Palacio de Cultura Citibanamex – Palacio de Iturbide.