• El largo brazo de Riad
  • Por Benno Schwinghammer (dpa)

Düsseldorf/Riad, 16 de octubre de 2018 (dpa).- El Cairo, finales de septiembre. En un día seco y polvoriento cerca del desierto se produce un encuentro secreto en un hotel de la capital egipcia. Representantes de la embajada de Arabia Saudí se pasean con un “cheque de varios millones” por el lobby y hablan con un familiar del príncipe Jalid bin Farhan al Saud para hacerle una oferta al disidente, que reside en Alemania.

“Le dijeron a mi pariente que querían ayudarme porque yo ya no tenía dinero. Solamente tenía que recoger el cheque en la embajada saudí en Egipto”, relata a dpa Jalid. “Pero yo sabía que era una trampa”.

Pocos días más tarde, el 2 de octubre, desaparece en el consulado saudí en Estambul el periodista crítico Jamal Khashoggi. Algo después del mediodía entra al edificio para que le entreguen unos documentos que necesita para casarse y desde entonces no se sabe nada de él. La Policía turca cree que el columnista del “Washington Post”, que vivía en Estados Unidos desde el año pasado, fue asesinado en la legación diplomática por un comando llegado desde Arabia Saudí.

El caso Khashoggi se ha convertido en un asunto político de gran relevancia y Estados Unidos presiona al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, considerado el auténtico hombre poderoso en el país árabe. El presidente Donald Trump envió a su secretario de Estado, Mike Pompeo, para pedir explicaciones en Riad.

El príncipe Jalid bin Farhan está convencido de que a él le esperaba el mismo destino que a Khashoggi si hubiese ido a la embajada saudí en El Cairo. “Me habrían matado de alguna manera inhumana para asustar a otros”, afirma este hombre de 41 años que se distanció de la familia real y que según asegura vive exiliado desde 2004 en Alemania, donde ha obtenido la nacionalidad.

El reino petrolero tiene en la mira al príncipe pues, según pudo saber dpa, las autoridades contactaron el año pasado a las alemanas para tratar de agotar las posibilidades de una extradición. Alemania no respondió a la solicitud y la Policía de Düsseldorf conoce el caso y está en contacto con él, asegura Jalid.

La desaparición de Khashoggi ha puesto en el primer plano internacional la forma en que la monarquía del Golfo trata a sus disidentes. Desde la subida al trono del rey Salman a principios de 2015 la persecución ha llegado a nuevos extremos, según los observadores. El monarca convirtió a su hijo y heredero Mohamed en el hombre más poderoso del país a sus 33 años. Y pronto religiosos, empresarios y defensores de los derechos de las mujeres se enteraron de que no tolera la disidencia.

¿Pero tampoco fuera del país? La BBC británica documentó el año pasado tres casos en los que desaparecieron príncipes disidentes en el exilio de la muy diversificada familia real saudí: Sultan bin Turki estaba en enero de 2016 en París cuando quiso ir a visitar a su padre a El Cairo. El consulado saudí le ofreció un jet privado para trasladarlo hasta allí, pero en vez de ello lo llevó a Riad. Otros dos príncipes, Turki bin Bandar y Saud bin Saif al Nasr, desaparecieron sin dejar rastro en Europa. También en estos casos hay indicios de secuestro.

Estas historias concuerdan con informaciones que publicó estos días el “Washington Post” sobre el caso Khashoggi: conversaciones espiadas entre funcionarios saudíes revelaban que el Gobierno quería atraer al país al periodista desde su exilio en Estados Unidos y detenerlo.

El príncipe Jalid está convencido de que también él está en la lista negra por haber acusado de corrupción al hoy rey Salman, en aquel momento emir de Riad. El príncipe, que fue diplomático de su país entre otros países en Egipto, tuvo que abandonar Arabia Saudí.

Pero incluso a Alemania llega el largo brazo de Riad. Al principio lo seguían, asegura. Entretanto la situación se ha calmado pero sigue recibiendo amenazas anónimas de muerte. Además, en los últimos años lo han contactado desde Arabia Saudí más de 50 veces. “Me reuní 10 veces con el embajador saudí en Berlín. Pero siempre en un café”, dice Jalid bin Farhan. El diplomático le ofreció regresar a su patria para hablar en persona con el rey.

“Si lo hubiese hecho nunca habría hablado con él”, está convencido. La preocupación de los disidentes aumentó mucho con el caso Khashoggi. “Claro que estamos asustados. Porque el Gobierno de Riad no tiene ningún plan y camina sobre cadáveres”.

El reino rechaza vehementemente todas las acusaciones de secuestro y asesinato de críticos del régimen y no ha querido responder por el comento a las consultas de dpa respecto de las acusaciones del príncipe.

Jalid bin Farhan al Saud asegura sentirse seguro en la ciudad de Düsseldorf, donde reside. “Siempre digo: gracias a dios vivo en Alemania”. Pero incluso aquí siempre está alerta y su abogado mantiene contacto regular con la Policía. Por si acaso.