CÓMO NACIÓ UNA SORORA

Ciertamente agradecí la llamada de Bruno Aceves para escribir este 8 de marzo y celebro su iniciativa de reunirnos este día para llenar Brunoticias de voces/letras femeninas.

Debo confesar que me inmediatamente pensé en mil temas, leí, releí e investigué temas de crianza, cifras que dan miedo y textos sobre temas de sororidad. Después de casi dos años de no escribir, se convertía en un reto titánico volver a tomar la pluma.

La solución: hablar más desde el corazón de una activista que formaron sin darse cuenta que lo hacían. Ruego a los lectores (espero que sean más que los de Germán Dehesa) disfruten un texto que carece de rigor académico pero que marca mi lucha por la sororidad, mientras yo ni siquiera me percataba de ello.

Mi padre murió cuando yo tenía 12 años, sin previo aviso, como es la partida de muchos. Como los bancos, los pagos y los proveedores no saben de lutos, al día siguiente que lo sepultamos, mi mamá me despertó y nos fuimos a trabajar a un giro que tradicionalmente estaba destinado para hombres: la venta de forrajes y granos.

Sé que fue muy difícil para ella dar ese paso, pero me dio una valiosa lección, tal vez inadvertidamente: seguir adelante con la frente en alto, con su recuerdo como motivación y no como excusa. Siempre nos decía: hijas, nosotras podemos si estamos juntas y si nos apoyamos. Ahí nació mi primera red de apoyo.

Sin quejarse, logró rescatar el negocio familiar e incluso levantarlo más. Cuando sentía que colapsaba, sus hermanas, hermanos, pero sobre todo mi abuelo estaban ahí para levantarla. Mi abuelo, sabio como era, le decía que con gusto la recibía en su casa, pero que ella tenía que salir adelante porque podía.

Observé un poco más a mis tías. Varias de ellas eran viudas, pero ninguna se detuvo, cada una siguió trabajando y apoyando a la hermana que se iba rezagando. Pasaron por múltiples cirugías y tratamientos médicos y ya sea una u otra se cuidaban. Hicieron un fuerte para que nadie se cayera.

Una de ellas en especial, logró la gerencia de una empresa nacional que tradicionalmente había sido liderada por hombres. Muchas veces fue la única mujer en las juntas del consejo de administración, pero ejemplo de ventas para los otros gerentes. Ella, sin discursos ni frases hechas me enseñó que los liderazgos no tienen género.

Ahora, con 35 años encima, veo en retrospectiva  que todas esas pequeñas grandes enseñanzas me forjaron como feminista. Me motivaron a luchar para derrumbar los obstáculos y generar piso parejo para todos. Nunca he pedido que nos den muletas, simplemente que nos dejen caminar por la vía que cada quien elija, sin prejuicios ni esquemas prefabricados.

La lucha es esa, con el color de pañuelo que  mejor te acomode, pero juntas.

#Sororidad

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Sorora Brenda R. Orozco

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