Cuando nos duele la felicidad del otro, la envidia

Nosce Te Ipsum por: Josman Espinosa Gómez

Seguimos viendo los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 y con ello un sin número de historias que nos permitan ver el lado humano de este fenómeno mundial, y uno de ellos, sin duda es ver a los ganadores y perdedores de estas competencias. Es un hecho que mucho de ello, nos confronta con nuestros propios logros y fracasos en la vida, y es donde la dulce tentación de criticar, juzgar u opinar sobre los deportistas, se ha vuelto en sí todo un “deporte olímpico”, pero ¿por qué nos duele tanto que otros estén teniendo estos logros ? o ¿por qué nos molesta tanto que nuestros deportistas solo estén logrando 4 medallas de bronce y quedarnos en el “ya merito” con los 4º lugares?

Hay personas que desean que a todos les vaya bien, pero no mejor que a nosotros. No hay que buscar muchas palabras, se llama: envidia. Cecilio Paniagua (2002) señala que «la envidia es maladaptativa porque estropea y, en ocasiones, anula completamente el placer de la admiración, el gozo de la amistad, la utilidad del compañerismo y la solidaridad, el júbilo por los logros de otros, la contemplación de la belleza, de la habilidad, del ingenio y, también a veces, el simple deseo de emular al mejor». Esta emoción desagradable y hostil está desencadenada por la incapacidad de alegrarse por el éxito de los demás. Además, es importante señalar que la persona envidiosa no suele reconocer esta emoción tan destructiva.

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Vivir en un mundo donde nos enseñan que somos lo que tenemos o lo que logramos, más allá de lo que somos o hacemos, desde que nacemos somos abrumados con mensajes de que el éxito es material, somos una sociedad que apuesta a ser competitivos mas no competentes, donde se nos dice que siempre tenemos que aspirar a todo lo que podamos tener, donde fallar o equivocarse no es permitido. De ahí que creamos que un 4º lugar es inaceptable después de “todo lo que tienen” o “todo lo que les dan”, sea esto cierto o no, hay una idea de que los demás al estar ahí son privilegiados sobre los demás, olvidando el esfuerzo que tuvieron que hacer para estar ahí. Entendiendo que somos educados para una vida laboral y productiva, y no una vida de ganancias emocionales y más humanas.

Cuando vemos a los deportistas competir, vemos que no son tan buenos como los que ganaron la medalla de oro o de plata, pero no vemos que son mejores que el resto del mundo en su disciplina; cuando vemos que “perdieron”, vemos lo que les faltó lograr, y no todo lo que sí han logrado para llegar ahí; el no tener esta percepción, habla de muchas carencias como personas y como sociedad, pero una definitivamente es la falta de nuestra área emocional y valoración real de las cosas.

Cuando vemos a otro fallar, nos duele porque nos recuerda cómo se siente fallar, porque hemos estado ahí, tal vez muchas veces y nos duele, seguramente porque no lo hemos resuelto; cuando nos enoja que nos quedamos en 4º lugar, no solo es creer irracionalmente que seremos los “ya meritos” por siempre y que nunca lograremos lo que otros tienen, eso habla de las veces que nos hemos sentido o nos seguimos sintiendo no ser merecedores de un triunfo en nuestras vidas y todo lo anterior, porque hay un –otro- que ya lo logro y si pudo hacerlo y yo no, el ¿por qué? puede acabar con nuestra existencia y sucumbir ante ello dependerá de nuestro trabajo emocional y las laboriosas tareas que nos resta por hacer.

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Así que no es el problema sentir envidia en algún momento, lo complicado es no ser consciente de ver con otra perspectiva las cosas, el día que empecemos a trabajar en ello, veremos que valoraremos más lo que si hemos logrado y no lo que nos falta, sintiéndonos más valorados y motivados para lo que nos falta por lograr, al final del día, tener logros no cumplidos les da sentido a nuestras vidas y saber que podemos alcanzarlos puede configurar nuestra vida de la mejor manera.

Se está extinguiendo la llama Olímpica de Tokyo 2020, seguramente París 2024 será muy esperado, pero creo que hoy podemos dejar la envidia a un lado y empezar a valorar todo lo que si logramos y empezar a preguntarnos… ¿Tú en qué eres el mejor del mundo? o ¿de tu país? o ¿de tu trabajo o escuela? Y aunque no seas de los primeros, definitivamente eres muy bueno en lo que haces y seguro tienes mucho que mejorar, pero eso hace que caminemos día a día intentando ser mejores, aunque los demás no lo vean ¿o no?

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