• Las llamadas compras de pánico crean un desabasto artificial que puede tener consecuencias mayores.
  • La crisis por el Covid-19, dice, debe servir para reforzar el tejido social y explorar un modelo económico diferente. 

Las imágenes causaron sorpresa, por decir lo menos. Al mismo tiempo que en las redes sociales digitales y en las noticias se veían fotos y videos de carritos del supermercado llenos de paquetes de papel higiénico, botellas de gel antibacterial y toallas sanitizantes también circularon fotografías, procedentes de Estados Unidos, en las que se vislumbraban largas filas de personas formadas afuera de las armerías, pues ante la crisis que ha desatado la pandemia por el coronavirus Covid-19 habían acudido a comprar armas y municiones. Compras de Pánico.

Esta situación, señala Roberto Martínez, coordinador de la Especialidad en Gestión de la Cadena de Suministro de la Escuela de Negocios ITESO, es todo lo contrario de lo que debería ocurrir en un escenario de crisis como la que ha desatado la dispersión del coronavirus. “En lugar de acumular y defender debemos enfocarnos en adquirir lo indispensable, ser precavidos y ayudar a quien lo necesita”.

Cuando Martínez habla de lo que se ha visto en las últimas semanas explica que es necesario entender cómo funciona el suministro de insumos en, digamos, un supermercado. Detalla algo que parece obvio pero que, por lo mismo, muchas veces pasa desapercibido: los inventarios.

“Los suministros de insumos no se dan de manera inmediata, sino que hay un tiempo de entrega que los proveedores han establecido en función de diferentes factores y que están previstos para satisfacer una demanda normal”, explica.

El académico añade que lo que ocurre en situaciones como la actual, en la que la gente reacciona con ansiedad y no con madurez, es que “las personas compran mucho y quitan esos productos a otras personas, generando una escasez artificial”.

Martínez González señala que esta falta de insumos es artificial porque no significa que no existan, sino que hay una alteración en los inventarios de las tiendas y en la cadena de suministro prevista.

El problema, añade, se da cuando entran en juego otros factores como la suspensión de labores que puede devenir en que se alarguen los tiempos para surtir o incluso producir los insumos, entrando, ahora sí, en un escenario de escasez real. Por ejemplo, “no hay cubrebocas, pero tampoco hay el material con el que se fabrican, que es también con el que se realiza la ropa desechable que se usa en otras áreas, o el gel antibacterial que los médicos o dentistas necesitan para seguir trabajando”.

En lugar de salir a llenar el carrito de la compra con lo que dicte la última cadena de WhatsApp, es preferible hacer una compra libre de pánico. Por eso Roberto Martínez subraya que es importante “hacer caso a las autoridades sanitarias. Y si dicen que los cubrebocas sólo los deben usar las personas enfermas, entonces no hay que comprarlos para que de veras puedan acceder a ellos quienes los necesitan. Es importante hacer compras conscientes, por ejemplo, con el gel y alcohol. No son los únicos insumos con los que se puede desinfectar: hay cloro, vinagre, etcétera. Hay que buscar alternativas y evitar caer en el pánico porque el miedo es mal consejero”.

Aunque es una medida que puede parecer drástica, el profesor del ITESO señala que también es importante que las tiendas, o incluso las autoridades, restrinjan las cantidades de producto que pueden ser adquiridas para evitar que unos cuantos acaparen los insumos en perjuicio de otros, y darle prioridad a la alimentación y a la salud.

Una de las mayores afectaciones por venir será, anticipa Roberto Martínez, en el aspecto económico. “Va a haber una recesión económica muy fuerte, los ingresos van a caer”.

De tal manera que la crisis que está generando el Covid-19 debe ser un pretexto para explorar un nuevo modelo económico. “Debemos cuidarnos como sociedad, armar redes de solidaridad, robustecer el tejido social para bajar los costos sociales e impulsar el consumo local. Todavía estamos a tiempo para reaccionar”.

El especialista en cadenas de suministros comenta que 30 por ciento de la producción mundial se va a la basura sin haber sido comercializada, lo cual es consecuencia de un modelo que es insostenible, y que es fundamental empujar las economías circulares y colaborativas.

“El papel que juegan las universidades, en ese sentido, es muy importante ya que desde ellas se debe explicar, coordinar e impulsar más actividades. Debemos entender que muy pronto habrá menos ingresos y que es importante hacerlos rendir, pero no podemos hacerlo solos. La clave está en una sociedad cimentada en la solidaridad”.

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