HUMANAS, Por Circe López Riofrío 

Para: María Fernanda Hernández Mejía, y su amiga.

Empecemos a nombrarlas….

¿Cuál será ese conflicto que tendrán los hombres que asesinan a las mujeres? ¿Qué les arrancamos que nos arrancan la vida? ¿Qué tendrán muerto, pútrido y destruido que nos han enfermado socialmente? Es como mirar a la lejanía sin nada esperanzador, es como un desierto o como una presa en los que pueden enterrar o hacer flotar los cuerpos de mujeres, hoy de dos jóvenes mujeres. Hacía dónde hacernos las mujeres si ya nos han hecho a un lado, nos han dicho qué hacer, cómo comportarnos, qué pensar, hasta hacernos creer que debemos pelear entre nosotras. Siempre hay impostergables, antes de nosotras, siempre está el turismo, la inversión económica, el desarrollo, el avance, pero siempre están los cuerpos de las mujeres asesinadas que calladamente esperan justicia.

Siempre en la sombra están las quejas, las denostaciones, las exigencias, los reproches, las injurias y las negaciones hacia las familias que vivieron feminicidios, nadie les permite la palabra a las familias que exigen la captura del o los agresores, nadie habla de la reparación del daño y que muchas veces consiste en una disculpa pública de quienes se autonombran representantes de la justicia y representantes de los intereses de las mujeres, yo les pregunto: ¿Cuáles mujeres, las vivas, las muertas, de aquellas que han sido víctimas de la violencia machista o de todas?

El miedo es ahora una política pública que no requiere de la declaratoria del gobierno, no requiere de un presupuesto, ni de un plan operativo porque que se da por sí sola, se apoya en la impunidad, del sometimiento que provoca el dolor, de la vulnerabilidad emocional y de la confusión para comprender que sucede, se alimenta de que socialmente no hay siquiera una palabra que se haya construido para nombrarle a la perdida. ¿Cómo se le llama a la muerte de un hijo o hija? Arrebatado de esa manera o de cualquier otra, es tan fuerte el dolor que no hay palabra social que le describa.

Estamos ahora contagiados y contagiadas del miedo, nos trastoca no nos deja respirar, nos mantiene en la orilla de la cama pensando en quién sigue, nos mete en una dinámica de la desconfianza y del enjuiciamiento ante la falta de atención sobre las hijas. Es decir, la violencia contra las mujeres forma una espiral de violencia contra otras mujeres, primero contra las madres, las hermanas, luego contra las que les rodean enseguida, contra todas aquellas que le conocieron, todas han sido injertadas con el miedo irracional, todas hasta ser todas sin excepción.

El miedo no sólo viene de la inseguridad o del autocuidado sino de la falta del reconocimiento de la libertad de las mujeres, de esa libertad que nos permite progresar, relacionarnos, conocer, desarrollarnos pero fundamentalmente crecer y ser socialmente personas. Se nos violenta y asesina para no crecer, para no ser libres, para no caminar por las calles, para no elegir lo que queremos ser, se nos asesina porque nos negamos a no querer ser lo que querían que fuéramos, por oponernos diariamente a no ser sometidas ni ser esclavas de nadie, se nos asesina porque no quieren que seamos felices, dichosas y plenas.

Se nos asesina porque no queremos ser la piedra en la que se sostiene la sociedad que alienta el sacrificio y la anulación de las mujeres; se nos asesina porque el sistema económico hace invisible nuestro trabajo femenino llamándolo cuidado, crianza, amor, voluntariado; nos asesinan porque el sistema político nos subordina a un sistema de castas; se nos asesina porque nos alejamos del sistema sexual y emocional patriarcal en donde se nos prohíbe abortar, acceder al placer sexual, a ser poliamorosas; se nos asesina como método colonizador de nuestros cuerpos al negarnos y resistirnos hacer violadas, explotadas comercialmente, mercantilizadas; se nos asesina para no dejarnos ser ciudadanas para no exigir para nadie, a no pelear por lo que es nuestro, por defender los recursos naturales, se nos asesina por desafiar la heteronormatividad, se nos asesina por odio y porque en ello hay un vestigio de placer al hacer público que las mujeres no valen, son indefensas, necesitaban protección y se negaron.

Esta lucha por una vida libre de violencia para las mujeres no es una lucha en la cual hagamos una apología a la violencia, al despojo, al desprecio hacia la vida, esta lucha es justamente para darnos lo que merecemos, esta lucha es por vivir en paz, hacer la paz, esta lucha es por el amor hacia la vida y todo lo que ella comprenda, hacia las mujeres, hacia todas las mujeres, es un llamado la construcción de una nueva humanidad, por equilibrar las desigualdades, a superar los rezagos, una lucha en la que caben todas y todos, una lucha que ha tenido más muertes de mujeres en manos de las personas que amaban, que conocían, que no querían cerca, han sido asesinadas en los lugares en donde pensaban que era el lugar más seguro su casa, su cama. Que más tenemos que dar las mujeres si ya hemos dado la vida y solo y únicamente queremos transformar esta vida que nos mata cada día. No es justo, NI UN FEMINICIDIO MÁS Y MÁS FEMINICIDIOS

Artículo de la directora de Humanas Sin Violencia A.C. Lucero Circe López Riofrío