De acuerdo al Índice de Competitividad Internacional 2015 elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), entre dos y 15 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) se pierde gracias a la corrupción. Si se promediaran estás pérdidas a un cinco por ciento, esto sería superior a 890 mil millones de pesos. Lo que equivale a tres veces el presupuesto de la Secretaría de Educación Pública y 87 veces el presupuesto de la UNAM.

La investigadora, María Amparo Casar, apuntó que la corrupción es el enemigo público número uno. Detalló que este apelativo se debe a que frena a la economía, derrota a los emprendedores, disminuye la productividad, e inhibe la inversión. La académica del CIDE subrayó que además disminuye el bienestar social, reduce la eficiencia del gasto, agrava la desigualdad y obstaculiza la impartición de justicia.

Entre los costos económicos que acarrea la corrupción están menores inversiones. Hasta un cinco por ciento menos de acuerdo a cifras del Fondo Monetario Internacional y la pérdida de 480 mil empleos al año. En contraparte, reducir la corrupción un punto porcentual puede significar disminuir hasta 9.7 por ciento el sector informal de la economía.

El análisis realizado por el IMCO detalla que en los 43 países analizados, los que menos recaudan impuestos son aquellos más corruptos. México, ocupó el lugar 36 de 43 naciones analizadas. Por debajo de naciones como Perú, Panamá, Sudáfrica, Grecia y Turquía entre otros que pertenecen a las naciones ricas europeas y asiáticas.

Las pequeñas y medianas empresas (PyMES) son las más afectadas por la corrupción, pues están en desventaja ante la falta de recursos que otras corporaciones destinan a gestores e intermediarios. Según esta investigación los costos para obtener un contrato representan en promedio el 4.5 por ciento del mismo, reveló el IMCO.

Esto, se traduce en un desencanto con el sistema democrático. De 2006 a 2013 el apoyo al proceso de elección pasó de un 54 a un 37 por ciento. Mientras que la satisfacción con la democracia disminuyó de un 41 a un 21 por ciento. Es decir más de la mitad del apoyo se perdió en un lapso menor a una década. Esto da espacio a que expresiones autoritarias y totalitarias tengan un caldo de cultivo.

En consecuencia, la corrupción muestra que la gente no confía en sus autoridades. Uno de cada cuatro mexicanos no cree que las autoridades cumplan la ley y el 70 por ciento les cree poco que la cumplan.