Ciudad de México. 12 de abril de 2016 (Agencia Informativa Conacyt). Considerada como un padecimiento crónico que se desarrolla por el desequilibrio entre la energía ingerida y la energía gastada, la obesidad representa uno de los problemas de salud más importantes de este siglo.

Ser obeso es ser propenso a otras patologías como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, y cada vez hay más correlaciones clínicas, una de ellas es la predisposición de personas obesas a desarrollar cáncer. Pero ¿cómo y por qué la obesidad puede desencadenar estas enfermedades?

Durante el evento A puertas abiertas, celebrado en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el investigador Martín Gustavo Pedraza Alva explicó que el exceso de energía (proteínas, carbohidratos, grasas) almacenado como lípidos en el tejido adiposo genera un proceso inflamatorio local que se caracteriza por la producción de una serie de citocinas, entre ellas la interleucina 1β.

“La inflamación es una respuesta normal del organismo para contender con agentes patógenos o reparar tejidos después de algún trauma, el cual cesa una vez que se ha eliminado el patógeno o se ha reparado el tejido, pero si el estímulo que la inició se mantiene por tiempos prolongados, el exceso de lípidos en el caso de la obesidad, la inflamación se hace crónica. Entonces las citocinas inflamatorias producidas en el tejido adiposo entran a la circulación, afectando las funciones de órganos como el hígado, el músculo y el cerebro”, explicó.

Agregó que si bien el cerebro es el órgano encargado de controlar el consumo de energía, si las citocinas bloquean las señales de la insulina, el individuo continúa comiendo y no gasta esta energía adquirida, entonces da pie al desarrollo de diversas enfermedades.

“En cuanto al desarrollo de cáncer, por ejemplo en el colon, las citocinas inflamatorias promueven que las células epiteliales no respondan a su medio ambiente, lo que favorece su proliferación y concomitantemente la acumulación de cambios en su material genético y mutaciones que, a su vez, favorecen la expresión de nuevas moléculas que les confieren nuevas capacidades, como la de migrar a otros tejidos y formar metástasis”, comentó.

De acuerdo con Pedraza Alva, uno de los problemas que enfrenta México en materia de obesidad es el incremento de niños con alteraciones metabólicas que anteriormente se asociaban a personas adultas, como diabetes tipo 2, cáncer, deterioro de memoria y trastornos de sueño, por mencionar algunos. “Estos jovencitos cuando tengan 23 años su metabolismo parecerá de personas de 50 y 60 años”, dijo.

El doctor en bioquímica por el Instituto Friedrich Miescher, en Suiza, señaló que en los últimos años la ciencia ha comenzado a estudiar la relación de la obesidad con el aumento de azúcar en la sangre y la inflamación, factores que pueden bloquear el aprendizaje y la memoria en las personas con esta enfermedad crónica de origen multifactorial.

“Se sabe que las neuronas que se encargan del aprendizaje y la memoria en la corteza y el hipocampo expresan receptores de insulina. Las neuronas necesitan de insulina para estar bien y llevar a cabo sus funciones adecuadas, y si estas empiezan a bloquear a través de las citocinas inflamatorias las funciones de insulina en el cerebro, la persona tendrá problemas de aprendizaje y/o empezará a olvidar”, destacó.

Búsqueda de compuestos naturales

Ante este problema de salud global, el Instituto de Biotecnología creó el Consorcio de Neuroinmunobiología, el cual, entre sus diversas líneas de investigación, tiene un proyecto que consiste en la búsqueda de compuestos naturales capaces de evitar el proceso inflamatorio.

De acuerdo con el también miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), el proyecto pretende hacer uso de plantas que hace 50 años fueron parte de la dieta de los mexicanos. Actualmente trabajan con la especie Malva parviflora, una planta de uso frecuente en México.

El grupo de investigación del doctor Pedraza Alva y de la doctora Leonor Pérez Martínez, en colaboración con los doctores Jaime Tortoriello García y Enrique Jiménez Ferrer, del Centro de Investigación Biomédica del Sur (Cibis), prueba compuestos antiinflamatorios de dicha planta en animales modelo de diabetes y de la enfermedad de Alzheimer.

“Se sabe que en estos extractos de plantas hay compuestos que tienen propiedades antiinflamatorias y entonces lo que hacemos es extraer estos compuestos, se los damos a los ratoncitos obesos y nos preguntamos si les ayudan o no a controlar las alteraciones en el metabolismo de glucosa relacionadas con la obesidad”, comentó.

Investigación molecular

En colaboración con la investigadora Lorena Orozco Orozco del Laboratorio de Inmunogenómica y Enfermedades Metabólicas del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen), el Consorcio de Neuroinmunobiología busca identificar cambios en la secuencia del gen NLRP1 con posibles implicaciones importantes en el gasto energético y obesidad.

“Estamos secuenciando los genes que codifican para las moléculas inflamasoma en la población mexicana. Buscamos ver si hay cambios que se asocien con personas obesas, diabetes, hipertensión, dislipidemia. El objetivo a largo plazo es saber que existen estos cambios y realizar asesoramiento genético a personas con la presencia de estos cambios genéticos que los predisponen a desarrollar obesidad y/o diabetes si no realizan cambios en su alimentación”, explicó.

Por último, agregó que otro de los objetivos del proyecto es saber desde el punto de vista molecular por qué personas aun con un índice de masa corporal alto no presentan estos padecimientos.

“Se sabe que estamos expuestos a diversos ambientes. A nuestros ratones gordos que ponemos en un ambiente en el que se les estimula el cerebro todo el tiempo no desarrollan las alteraciones en metabolismo de glucosa. Queremos saber por qué”, concluyó el también investigador miembro de la Academia de Ciencias de Morelos (Acmor).