• Amante de las letras y la lectura, trabajó en distintos periódicos y, a través de una comunicación en clave, publicó información para los insurgentes
  • Acusada de conspiradora estuvo presa y escapó; acompañó a las tropas de Morelos y en plena campaña dio a luz a su primera hija, dentro de una cueva

En 1925 fueron exhumados los restos de Leona Vicario de la Rotonda de las Personas Ilustres, en el Panteón Civil de Dolores, para ser trasladados a la Columna de la Independencia, junto con las reliquias de otros 13 héroes de la gesta libertaria de 1810, durante la que fue la primera ceremonia cívica del 16 de septiembre, en la gestión del presidente Plutarco Elías Calles.

Los restos de Leona Vicario se guardaron en una caja nueva de madera negra, en extremo sencilla, y se colocaron en el nicho norte —orientado a la calle Río Tíber—, en el mausoleo de los héroes patrios. Declarada “Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria”, Vicario es la única mujer en México a quien se le han rendido funerales de Estado, también es considerada la primera periodista del país. Hacia finales de la década de 1920 se le conocía como “La mujer fuerte de la Independencia”.

Nació el 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México. Su testamento lo hizo a unos días de cumplir 50 años de edad. En él declaraba estar sana pero su cuerpo ya resentía las largas peregrinaciones, el hambre, la desnudez y desdichas sin cuento padecidas durante los años de guerra, escribe la historiadora Carmen Saucedo Zarco, en el Tomo I del libro Los restos de los héroes en el Monumento a la Independencia (INAH-INEHRM 2012).

Y es que la prócer, siendo hija de una criolla y un comerciante español de clase acomodada, acompañó a las tropas de José María Morelos en la Guerra de Independencia, sufriendo carencias y sorteando peligros. En los primeros años del estallido armado, desde la capital del virreinato se dedicó a informar a los insurgentes de todos los movimientos que podían interesarles y que ocurrían en la capital, y ayudó con sus bienes a la causa libertaria.

Educada en las letras, las artes y la música, y entusiasmada por la lectura y la escritura, la insurgente laboró en los periódicos El Ilustrador Americano (1812-1813) y el Semanario Patriótico Americano (1812-1813) y, posteriormente, en El Federalista. Leona Vicario enviaba información sobre los movimientos políticos y militares ocurridos en la capital, estableciendo una comunicación en clave mediante informes publicados en el Ilustrador Americano. Y cuando participó en el frente de batalla, también continuó difundiendo noticias de lo que presenciaba.

Los padres de Leona murieron cuando ella tenía 18 años, entonces quedó al cuidado de un tío, el abogado Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, quien también fue su albacea. Muy joven comenzó a ayudarle en su despacho, donde conoció a Andrés Quintana Roo, un estudiante de leyes, pero el tío no les dio autorización de casarse porque el muchacho era de clase social más baja.

Al estallar la Guerra de Independencia, Leona Vicario decidió apoyar la insurgencia, y en mayo de 1813 se le descubre como conspiradora. Sus bienes fueron confiscados y a ella se le aprisionó en el convento de Belén de las Mochas, de donde logró escapar ayudada por dos correligionarios, quienes la sacaron de su reclusión disfrazada y sobre un asno. Luego de su escape, se casó con Andrés Quintana Roo y continuaron juntos al servicio de la insurgencia.

En plena campaña militar, dio a luz a dos hijas, Genoveva, la primera de ellas, nació en una cueva, porque la pareja se la pasaba huyendo. Aunque fue de los insurgentes que vieron consumada la Independencia, muchos años sufrió las ingratitudes del gobierno.

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