• La Piedad es de los pocos municipios que cumple con las normas de saneamiento y descargas, pero en la cuenca Lerma – Chapala apenas se trata una tercera parte de las aguas residuales

Por Agustín del Castillo

El estado de la cuenca Lerma-Chapala es mejor hoy a cómo se encontraba la región de más de 51 mil kilómetros cuadrados en 1989, cuando comenzaron las gestiones del recién ascendido gobernador de Jalisco, Guillermo Cosío Vidaurri, para sanear la cuenca y garantizar el agua para sostener los ecosistemas y servicios ambientales del mayor vaso natural de México, con la generación de compromisos de los cinco estados que la integran: el propio Jalisco, más Michoacán, Guanajuato, Querétaro y México, además del gobierno federal.

En tiempos de tanto pesimismo y de gusto por la victimización y las “posverdades” que tergiversan los hechos, recordar lo evidente no es una tarea de prioridad menor. A partir de esos pioneros acuerdos se han logrado algunos avances importantes, pero insuficientes. Los datos oficiales (https://consejodecuencalermachapala.com/) señalan que apenas se tratan alrededor de 32 por ciento de las aguas residuales, aunque el tratamiento en 1989 estaba en ceros; mientras, en contraste, los mayores logros se han alcanzado en el tema de garantizar un volumen para los ecosistemas del río y el lago.

Cuenca Lerma – Chapala, Foto Agustín del Castillo

Desde que se estableció la llamada “política óptima conjunta” en 2004, con la posterior emisión del decreto federal del Reglamento de la Cuenca Lerma Chapala, las crisis de volumen del lago se han reducido en comparación con su pasado inmediato: en 2001 apenas rebasó mil millones de metros cúbicos, y se habría visto por abajo de mil millones, similar a la gran crisis de 1955, que es el peor nivel desde que se realizan registros del embalse natural, esto es, en al menos 120 años, si no se hubieran enviado como emergencia, 200 millones de m³ desde la presa Solís en la primavera de 2002, lo que generó fuertes controversias entre la Comisión Nacional del Agua y los agricultores de Guanajuato.

A partir de 2004, y hasta 2021 suma ya 18 años en que nunca ha estado por abajo de la cota 93, es decir, de tres mil millones de m³. El dato es revelador, pues en el periodo 1989-2003, estuvo en ocho ocasiones por abajo de ese volumen.

Niveles del lago de Chapala desde 1900
https://www.ceajalisco.gob.mx/contenido/chapala/chapala/niveles.html

El dato duro demuestra que hay una mejor indudable (ver gráfica) y que no se puede desdeñar. En el temporal recién concluido, el lago casi recuperó dos metros de agua, más de dos mil millones de m³. Guadalajara le extrae por anualidad apenas 10 por ciento de ese volumen. Y sumado a lo que ya almacenaba, contiene casi 5,860 millones de m³ de agua, cota 96, a casi 75 por ciento de su almacenamiento máximo estimado. Y si vemos los once principales cuerpos de agua artificiales que existen en la cuenca del Lerma para irrigación, se encuentran con 900 millones de m³ más que hace un año, a 95 por ciento de su capacidad total. No podemos olvidar que en México y el mundo, la agricultura es principal usuario de agua, con niveles de 80 a 85 por ciento de los volúmenes que corren por las cuencas.

La política óptima conjunta (POC) se estableció con un modelo matemático para distribuir el agua entre los usos de la cuenca bajo el eje de la preservación del lago de Chapala. Así, el nivel de éste fijará la distribución en escenarios crítico o de escasez, intermedio y abundante, con repercursiones para todos los usos. El escenario crítico es Chapala con menos de tres mil millones de m³ de agua. A los agricultores solo se les garantiza 50 por ciento del agua de sus títulos de concesión, y esa asignación puede llegar a 100 por ciento si los registros de Chapala al final del temporal rebasan seis mil millones de m³, para dar un escenario ótimo. Por otra parte, no pueden darse “trasvases” similares al de Solís a Chapala de 2002, pero tampoco se puede guardar agua en las presas: a partir de que los cuerpos de agua artificiales alcanzan 100 por ciento de su nivel máximo ordinario (namo), abren compuertas para que el excedente corra. Anteriormente podían almacenar todos los excedentes, lo que significaba de 20 a 30 por ciento de agua más retenida cuenca arriba. 

Acueducto Chapala – Guadalajara Foto Agustín del Castillo

“La POC se ha implementado satisfactoriamente durante casi nueve ciclos agrícolas y ha demostrado su contribución a la sustentabilidad hidrológica en la subregión Lerma-Chapala, esto justificó ampliamente elevar las políticas de operación establecidas en el Convenio o acuerdo de voluntades a un ordenamiento jurídico de observancia obligatoria”, destacó la Conagua en un comunicado de 2013, previo a la firma del reglamento de la cuenca.

“Los agricultores de Guanajuato perdieron aunque haya ganado su gobernador, pues la nueva POC únicamente les garantizó 50% de su concesión durante la siguiente sequía (si es que no sumaba en serie tres años muy secos); en promedio, nunca se les asignó menos de 60% durante la sequía de fines del siglo XX. Además, ya no tuvieron acceso discrecional a los volúmenes no asignados, y si había buenas lluvias en el ciclo siguiente, simplemente escurrían esos remanentes al lago de Chapala, sin beneficio para ellos. Los ambientalistas [de Guadalajara] también perdieron, pues la Declaratoria de zona de recuperación ecológica que propusieron no fue aprobada en la Cámara de Diputados en 2006 y, aunque haya más agua para Chapala, los niveles de contaminación en la cuenca, sobre todo de origen industrial, siguen subiendo, y la recuperación de suelos, cubierta vegetal y ecosistemas aún no ha logrado ser un tema que se impulse desde el consejo de cuenca Lerma Chapala”, ponderaba en un texto de investigación del año 2010, el académico del ITESO, Rodrigo Flores Elizondo (https://rei.iteso.mx/bitstream/handle/11117/454/ConsejosDeCuenca-Gobernanza.pdf?sequence=2).

Sistemas de conducción y tratamiento de agua en la cuenca Lerma-Chapala. Foto Agustín del Castillo

Lógicamente no se trata de una receta mágica: lo lógico es pensar que con la profundización de los efectos del cambio climático, ante la inercia hasta ahora imparable de ascenso de temperaturas, los escenarios más probables apuntan a que la cuenca enfrente un acusado estrés hídrico ligado a dos tendencias: el aumento de su población y de sus actividades productivas, tanto agropecuarias como industriales y del sector servicios. De algún modo, podemos decir que la Lerma-Chapala es “víctima” de su éxito económico, si la comparamos con el resto de las regiones administrativas del país, pues no ha cesado de incrementar su contribución al producto interno bruto (PIB) nacional.

La cuenca Lerma-Chapala es una ubicación única en la historia y la economía de México. Granero del país desde los siglos del virreinato, además de zona comercial y de producción de plata que le daban un papel esencial para la economía de la Monarquía Católica, y a través de esta, para la economía mundial. Después de la independencia, mantuvo su importancia en el sector primario y también fue cuna de actividades industriales que hoy la mantienen como aportadora de alrededor de 11 por ciento del PIB nacional, en apenas 5 por ciento de su territorio. Si se suma la región contigua de Los Altos de Jalisco, tenemos el mayor emporio de producción de alimentos. Granos, agave tequilero, pollo, huevo, cerdo, leche y carne de res, sus principales fortalezas. Pero también explican por qué el reto de sanear el agua se mantiene cuesta arriba: hay residuos de curtidurías, de refinerías petroleras, de industria metal mecánica, de granjas porcícolas y avícolas, de procesadoras de alimentos, de fertilizantes y agroquímicos.

Planta de tratamiento de aguas residuales en La Peidad. Foto Brunoticias

La internalización de ese costo ambiental en la economía todavía es insuficiente. Algunos municipios en particular -debemos destacar el caso de La Piedad, Michoacán – cumplen las normas en el tema de saneamiento y descargas, pero de casi 32,500 litros de aguas residuales por segundo, apenas se sanean 10,412 litros por 302 plantas, con calidad diversa. Guanajuato tiene la mayor capacidad instalada (pero es lógico, su territorio es la mitad de la cuenca) y Jalisco la menor. Ningún estado cumple con los acuerdos a que se obligaron desde el remoto 1989. Los años que ha sucedido desde 2015 han sido especialmente estériles, con poca inversión por la crisis económica del gobierno federal. El desaliento de los defensores de la naturaleza es comprensible.

Pero no nos engañemos: si no hay un saneamiento completo, y de la calidad exigida para agua con contacto humano, la región no podrá recuperar ni su calidad de vida, incluido el tema esencial de la salud de sus pobladores, ni sus oportunidades económicas. Hay avances notables, pero la exigencia de una gestión integral del agua es considerablemente mayor hoy, en comparación con 1989. Con el cambio climático, han llegado ya los años más complicados.

Vaca dentro del río Lerma, foto Agustín del Casillo

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