MADRE SOLO HAY UNA…Y ME TOCÓ A MI

Por: Josman Espinosa Gómez

¡Feliz Día de las Madres! es la frase que hemos y estaremos escuchando estos días, y si bien es cierto que puede tener sus tintes comerciales y hasta de compromiso social, también es cierto que no se necesita un día especial para celebrarlas, pero tal vez en esta ocasión vale la pena aprovechar la ocasión y detenernos a reflexionar sobre porque debemos estar agradecidos con todas las madres del mundo, empezando por la nuestra.

Una madre talvez empieza a serlo mucho antes de gestar en su vientre una nueva vida, desde el día que el mundo le dice que es lo más bello que le puede pasar a una mujer, surge una pre representación de ello y de lo que eso significa, empezando a soportar el peso social por el resto de su vida, ¿para cuándo será mamá? ¿quién será el papá? ¿qué sexo prefieres del bebé? ¿cómo lo vas a educar?, entre tantas cosas más; y aquí empieza un camino que no abandonará nunca, porque el ser madre en esta sociedad es un rol para toda la vida y con responsabilidades que al parecer llevan más allá de su propia voluntad, ya que es un ejercicio de esfuerzo y sacrificio constante y al parecer casi invisible a los ojos de los demás.

Así que si le pudiéramos preguntar a nuestra madre algunas cosas ¿qué sería?, aun sabiendo que seguramente nos mentiría, ya que esa es su labor, decirnos que todo está bien y que todo lo hizo por el amor que nos tiene. Pero tal vez no haya que preguntar nada y solo ser muy observadores, así que si aún tenemos dudas del porqué tendríamos que ser agradecidos con las madres del mundo, seamos pacientes,  cuidadosos y tan solo observemos sus ojos para ver todo el esfuerzo y sacrificio que hicieron al cargarnos por 9 meses en sus vientre, teniendo que soportar náuseas, vómitos, antojos y sin poder dormir tantas noches y aun así sonreírnos cuando nos cargaban en brazos; habría que ver las marcas en su cuerpo para darnos cuenta de todos los dolores que tuvieron que pasar para traernos al mundo, alimentarnos y acompañarnos en cada camino que emprendíamos, desde aprender a caminar hasta que dejamos la casa materna; hay que ver sus manos y encontrar las verdaderas razones por las que hemos llegado tan lejos, porque ellas estuvieron ahí para sostenernos y apoyarnos siempre que pudieron y como pudieron; volteemos a ver las canas en sus cabellos que son muestra de cada vez que tuvieron que aguantarse en no decir algo durante el camino que nos han visto recorrer y respetaron el hecho de que era nuestro y ya no el de ellas; reparemos en esas pausas al hablar que hoy tienen que son muestra de coraje, de todas las veces que nos vieron caer y que confiaban que nos levantaríamos tarde o temprano; veamos sus andares cansados y recordemos que nunca nos dejaron solos y siempre corrieron detrás de nosotros para vernos triunfar y alcanzar nuestras metas jamás quedándose atrás; recordemos cuando reían a carcajadas y veíamos esas arrugas donde cada una nos hacía sentir bien, seguros y como en casa; rememoremos esa voz y esas frases que tanto nos hicieron sufrir en su momento y hoy nos reímos de ellas porque las repetimos y no olvidemos que esa voz fue la que nos enseñó los límites y las normas que hoy nos han hecho ser lo que somos, en fin, solo observémoslas.

Después de reflexionar en lo anterior, ¿sonreíste y te sientes satisfecho, lleno de vida, orgulloso de lo que eres hoy y motivado por lo que viene en el futuro? Entonces eres de los muchos hijos que agradecemos por la madre que tenemos o tuvimos, cierto que no perfecta, pero si única, así que más allá de salir a invitarla a comer, llevarle flores y chocolates, o regalarle algo, solo dale las gracias más sinceras y de todo corazón, porque si te pasa como a mí, y seguramente si hubieras creído en la frase: “Madre solo hay una”, en lo personal, sin dudarlo hubiera escogido la que me tocó a mí”

GRACIAS MAMÁ.