• Una crónica de todo lo que se vive previo a la Noche Vieja y al Año Nuevo en los hogares mexicanos.
  • Por Mariángel Calderón

México, 28 Dic (Notimex).– El último día del año, desde muy temprano, se escucha en las calles el paso de la escoba por las aceras, hacia afuera para barrer las malas vibras, decían las abuelas, quienes desde las primeras horas de la mañana tenían en remojo los romeritos, que a regañadientes previamente habían limpiado los niños de la casa.

En una buena parte de las casas mexicanas, el trajín es constante, es el día para hacer la limpieza que no se hizo en todo el año, mover cada uno de los muebles y barrer, barrer bien y hacia afuera, desde el fondo de la casa hasta la puerta, con canela para que se endulcen los pasos de quienes viven ahí.

Mientras los hervores para la cena emanan de las grandes cacerolas y las uvas reposan en soluciones de yodo para desinfectarlas, muchas personas pasan la escoba y mueven ruidosamente cada silla y cada mesa para espantar los malos espíritus que se quedaron atrapados, luego viene la treapeada, con amoniaco o vinagre blanco, no sólo para desinfectar a fondo, sino para evitar que se cuelen de nueva cuenta los espíritus chocarreros.

La fiesta comienza desde temprano y las tías comienzan a llegar cargadas de cacerolas y constantes “y para cuando te casas” acompañado de un calzón rojo para que “a ver si ahora sí sales”, la repartición de ropa interior es indiscriminada, amarillos para el dinero, rojos para el amor, aunque hay quienes ya decidieron que no se pondrán nada para esperar a que la vida los llene de sorpresas.

La familia de la señora María del Carmen vende ropa interior en las intrincadas calles del centro histórico de la Ciudad de México desde hace más de 30 años, comenzaron a vender calzones, pantaletas y tangas de encajes y algodón, así como brassieres de todos los tipos en colores rojos y amarillos desde antes de navidad.

Pocos días antes de la entrada del año nuevo, las esperanzas de la gente para encontrar un amor bonito habían acabado con la mercancía; los rojos son los que se llevan más, señaló con una sonrisa al mencionar que a pocos días ya “todo el mundo llevó su calzón rojo”, los amarillos también se venden mucho, pero al parecer la gente prefiere llenar de amor su vida, dijo.

En los mercados, donde las mujeres venden hierbas para la abundancia y el desamor durante todo el año, por estos días ofrecen también 12 velas de colores, una para encender el primer día de cada mes del año, aunque también hay quienes entregan una a cada familiar y escriben sobre ella sus más grandes deseos para al despedir el año viejo se llene de luz el nuevo y se cumplan todas las peticiones.

También venden estrellas de David con alpiste y semillas para colgar en la puerta de la casa, aunque también sirven las sábilas con listones rojos amarrados en las puntas para evitar la mala suerte y el mal de ojo, aunque los borregos de la abundancia no se quedan atrás.

Ahui Robles, los vende en el Pasaje Yucatán, en el centro histórico de la Ciudad de México, mientras presurosamente hace rollitos de billetes de juguete y elige las semillas que meterá en un costalito amarillo o rojo comenta que los borregos tienen que ser regalados “si no no funcionan, alguien que te aprecie te lo tiene que regalar para que te vaya bien todo el año”.

Se colocan también atrás de la puerta y él los prepara con semillas de girasol, lentejas y frijoles rojos, que son para el amor, la salud, el dinero y la protección para la familia, el billete es para la estabilidad económica y el borrego que trae la abundancia, “yo llevo ocho años vendiendo borregos, pero ahorita como que pegó más, hace unos cuatro o cinco años se volvió más supersticiosa la gente y los llevan más”.

Las horas del último día del año parecen correr más rápido y en las casas los preparativos para la noche se van haciendo con mucha prisa pero también con fé, con la limpieza las personas sacan también la ropa que ya no utilizan pero también sus maletas.

También buscan apresuradas sus pasaportes para estar listos y salir volados a la calle al momento del cambio de año con la idea de que de esta manera habrá viajes en el año que recién comienza, tarea que se complica ya que además hay que dejarse la vida entre decidir si comer las 12 uvas, o salir corriendo con maletas en mano.

Quienes fueron previsores compraron las uvas con antelación, ya que el mero día un sólo kilo puede llegar a costar hasta 100 pesos, si la familia es grande, muchos comienzan a evaluar la pertinencia de las uvas e incluso las cambian por pasitas, que son más baratas y alcanzan para todos, porque siempre hay algún colado en la cena, y como buenos mexicanos “habrá que echarle más agua a los frijoles”.

Las lentejas no pueden faltar, se cree que traen abundancia y buena fortuna, hay quienes se toman el tiempo de cocinarlas y ofrecerlas en la cena, pero otros tantos las entregan a la mera hora y como todo el mundo quiere buena suerte se las tragan crudas, labor que también se complica porque la mayoría no logra atinar a comerse las uvas, las lentejas y además hacer sonar durante las campanadas 12 monedas para que haya dinero todo el año.

La limpieza a fondo no es exclusiva de la casa y en los mercados tradicionales venden hierbas para hacerse “baños de año nuevo”, que son sendos atados con ramas de pirul, rosas blancas y rojas, romero, albahacar y otras imposibles de identificar pero que seguro tienen alguna importante función, así que a media tarde los hervores de los romeritos se mezclan sin miramientos con los de esas hierbas.

Estas hierbas, se preparan en un cocimiento para luego después de un profuso regaderazo vertir el líquido mágico desde la cabeza hasta los pies, poniendo muchísima atención en las cosas que se quieren limpiar del año viejo, para entrar muy limpio al año nuevo, ni los animales se salvan y en las familias más fervorosas de las tradiciones para Año Nuevo también los perros y los gatos deben someterse al menos a un baño sencillo.

Otros tantos, escriben en pequeños papeles lo que no les gustó del año viejo y también lo que desean para el año nuevo y en pleno rictus ceremonial los colocan en una cacerola de barro y le prenden fuego para que así este se lleve todas las peticiones hasta el cielo.

El último día del año viejo comienza a ver sus últimos rayos de sol, las horas y las carreras de la mañana van dando paso a los minutos para la entrada de una nueva etapa en el calendario gregoriano, las lentejas, semillas y baños de hierbas ya llenaron de esperanzas a las personas, los calzones amarillos y rojos sostienen los deseos más íntimos de las personas, que de nueva cuenta prometen hacerlo todo mejor el año que viene.

Año Nuevo 2019