• En el caso de la isla Pacanda, los sonidos más importantes son los de las aves, el viento, las olas del lago, las bandas y orquestas de pirekuas, sones y abajeños, entre otros.
  • Por Paloma Carreño Acuña

Morelia, Michoacán. 30 de octubre de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).-  “Esta investigación sobre paisaje sonoro la vengo realizando desde hace tres años en la isla Pacanda en el lago de Pátzcuaro, que pertenece al municipio de Tzintzuntzan en Michoacán. La razón es conocer los saberes de los pueblos originarios y campesinos que forman parte de un entendimiento amplio sobre las estructuras naturales, sus relaciones y dinámicas ecológicas que generan respeto hacia la naturaleza”.

Esto es lo que expresa David Garrido Rojas, maestro en geografía, investigador del Centro de Investigaciones de Geografía Ambiental (CIGA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), unidad Morelia. Su campo de estudio es el sonido como un elemento geográfico que permite conocer el territorio, describirlo, distinguirlo y con ello representarlo mediante el mapeo.

El sonido se sitúa también en un espacio geográfico que se carga de las condiciones ecológicas, humanas, económicas y culturales. Analizar el paisaje a través de los sonidos permite recuperar las percepciones y poder representarlo a través de la cartofonía para generar mapas sonoros que describan el entorno y lo identifiquen más allá de sus imágenes.

Decidió realizar ahí su investigación, afirma, porque las comunidades humanas, en especial los pueblos originarios y campesinos, han mantenido una relación de estrecha convivencia con la biodiversidad, que les ha permitido el aprovechamiento de plantas, insectos, animales, medicina, vestimenta, vivienda.

¿Qué es el paisaje sonoro?

“Los estudios de paisaje son una muestra de esa íntima relación entre naturaleza, cultura y sociedad, pues el paisaje es una unidad donde convergen e interactúan elementos biofísicos y socioculturales que modelan el espacio. A partir de este entendimiento de paisaje es que podemos acercarnos a los sonidos de algún sitio, entendiendo los lugares desde sus sonidos”.

Señala que la etnoecología complementa estos acercamientos al paisaje, pues permite el estudio de esas complejas relaciones abordándolas desde un enfoque interdisciplinario que explora la forma en que la naturaleza es visualizada por los grupos culturales a través de creencias, conocimientos y prácticas.

Integrando estos conocimientos es que se puede vincular con la geografía para abordar el paisaje sonoro. Al hacerlo, permite que se vea el paisaje como algo mucho más completo.

Para Garrido Rojas, el paisaje sonoro se conforma de todos los sonidos que hay alrededor. “El concepto de paisaje sonoro comenzó a utilizarse en los 60 por Murray Schafer que, en su libro The soundscape: our sonic environment and the tuning of the world, devela su preocupación por la pérdida en la conciencia auditiva y la contaminación acústica”. A partir de entonces se comenzó a utilizar en otras disciplinas como la biología y geografía.

“Incluye sonidos naturales como aves, insectos, el viento, sonidos de cuerpos de agua como olas, pero también los sonidos humanos, como las actividades económicas y culturales de las comunidades, hasta el mismo lenguaje”.

El método que utilizó es la caracterización del paisaje a través de entrevistas abiertas en las comunidades, donde se conocen los sonidos más representativos. Ser parte de la geografía cultural, que integra mecanismos participativos como entrevistas, mapeos y recorridos sonoros (ir con las personas a recorrer los lugares e ir comentando lo que se escucha, así como las percepciones).

“Es necesario hacer esto porque hay que abordar las percepciones también desde lo que se ha llamado el espacio vivido, producto de la experiencia de la comunidad y los individuos”.

En el caso de la isla Pacanda, sus investigaciones arrojaron que los sonidos más importantes son los de las aves, el viento, las olas del lago, las bandas y orquestas de pirekuas, sones y abajeños, los sonidos de la plaza, la campana de la iglesia, de la fiesta de San Pablo y el Corpus, así como las lanchas.

La caracterización, alude, contempla también la descripción de los sonidos con sus cambios según el momento del día y el año, por las temporadas. “En un día en la isla, se inicia con el sonido de las aves y las radios de las casas, hacia el atardecer es característico escuchar las garzas de la isla de Yunuén. En la noche suben los sonidos de los insectos”.

Más allá de la imagen

“El sonido ayuda a reconocer el espacio desde un enfoque que no es visual. El sonido da cuenta de actividades biológicas, ecológicas, humanas, que no se alcanzan a conocer con la vista, esa es información que importa”.

Es entender cómo el paisaje puede ser caracterizado desde su sonoridad y la relación y percepción que hay de esta con quienes habitan el espacio.

Con sus investigaciones ha mostrado la importancia de acercarse al sonido para reconocer las percepciones que se tienen sobre un espacio. “Por ejemplo, hay sitios que adquieren una carga social por lo que representan para quien acude a ellos, donde la gente va a relajarse, o lugares que son tan distintivos como la iglesia”.

Esta información puede ayudar en los ordenamientos del territorio o el espacio. El maestro comenta que tener acceso a ella permite que mejore la calidad de vida; al saber la organización sonora, se pueden establecer zonas de silencio o menos ruido, conservar algunos espacios con significados culturalmente relevantes o una considerable riqueza sonora biológica o humana.

“También es posible detectar la biodiversidad a partir de los sonidos biológicos”.

En la isla, el maestro se ha encontrado en varias ocasiones con el relato de los encantos sonoros, lugares donde se cuenta, se pueden escuchar sonidos de partes muy alejadas, estos relatos forman parte de la identidad comunitaria y la tradición oral de Pacanda.

Etnomusicología

Garrido Rojas comenzó sus investigaciones de geografía de sonidos a partir de su interés por la música tradicional p’urhépecha.

“La música expone prácticas, conocimientos y cosmovisiones sobre la naturaleza, sobre todo la pirekua. Van desde deidades hasta condiciones ecológicas y biológicas, como épocas de floración de algunas plantas, e incluso información sobre los ciclos agrícolas”.

Señala que los p’urhépecha crean música que habla sobre aspectos de la naturaleza, ríos, cerros, pero también de problemas ambientales, reflejando las preocupaciones como la contaminación y la deforestación.

Por ejemplo, dice, la pirekua Canto del lago a Yunuén, de Ismael García Marcelino, habla de la contaminación y degradación del lago de Pátzcuaro:

Ya no hay peces y las garzas se van mi Yunuencita
ya los patos volando dan su adiós
se acabó el Janitzio que era un poema
y en el monte murió canela en flor.

Eres gentil guarecita madre de todos mis hijos
lo que yo siento en el alma, es cuando muera
sin remedio rumbo al norte todos van a emigrar.

“A pesar de que el paisaje sonoro se construye en el presente, requiere un estudio de cómo ha ido evolucionando en el tiempo, los cambios tecnológicos, culturales, sociales, los que sufre el entorno. Porque incluso los instrumentos cambian y, por tanto, cambian la sonoridad y los temas sobre los que se habla”.

A esta rama de la investigación se le llama etnomusicología, que es el estudio de la música de alguna comunidad humana. Señala que son estudios de corte cualitativo, que parten de entender la música como un proceso, todo alrededor significa cosas o representa algo.

“A partir de las entrevistas realizadas y la revisión de materiales de audio y bibliográficos, se documentaron 85 canciones que dado su contenido o contexto reflejan el complejo conocido como K-C-P (kosmos, corpus, praxis), mismo que hace referencia a la cosmovisión, el conocimiento y las prácticas productivas y de apropiación que realizan las comunidades humanas en torno a los elementos naturales que les rodean. De esas, 15 son sobre el cosmos, 67 sobre el corpus y 19 sobre la praxis”.

A partir de esto se puede entender cómo buena parte de la cultura se construye a partir de sus sonidos, relatos, ritos, el ambiente, las actividades. Señala el maestro en su tesis que esto se debe a que las sociedades humanas y el medio natural siempre han estado ligados porque las primeras obtienen de la naturaleza los recursos básicos para sobrevivir, lo cual se refleja en la forma en que el planeta está afectado por las actividades humanas. Como la pirekua que fue traducida por Dimas Huacuz”.

Agua te pido dios mi señor
Para la milpita que tengo en el solar
Quiero ofrecerte mi oración
Porque quiero darte entero mi corazón.