Podrías tener un cerebro pandémico

Por: Josman Espinosa Gómez

Empiezas a escribir en la computadora el reporte que tienes que entregar esta semana, suena tu teléfono, volteas a verlo y con ello a revisar las notificaciones de tus redes sociales, regresas la mirada a la pantalla de la computadora para ver en que te quedaste, y piensas que no has ido al baño en toda la mañana, te levantas y te metes a la cocina por un vaso con agua, luego regresas a sentarte y recuerdas que no pasaste al baño. ¿Te suena conocido? ¿Te has sentido más distraído y abrumado desde que empezó la pandemia? Es muy probable que en el último año y medio hayas sentido algo parecido ante cualquier actividad. Si es así, no te preocupes, es algo que muchos compartimos, ya que podríamos decir que tenemos “cerebro pandémico”. No se trata de un término clínico, pero es así cómo algunos científicos denominan a la serie de dolencias que está sufriendo nuestro cerebro a raíz de la pandemia. El estrés crónico y los largos ratos de confinamiento no solo han afectado nuestra capacidad de memoria y concentración, sino que la exposición continua al cortisol (hormona del estrés) aumenta el riesgo de tener problemas para dormir, genera ansiedad y depresión. Además, el estrés crónico puede afectar la corteza prefrontal, que es responsable de regular funciones como la memoria y la concentración, incluso hay expertos que creen que también es posible que hayan reducido en tamaño algunas zonas de nuestro cerebro.

Los especialistas coinciden en que el principal responsable de los cambios en nuestra cabeza es la larga exposición al estrés durante tanto tiempo, el estrés crónico. El aislamiento social provoca una exposición al estrés prolongado, impactando el volumen de varias zonas de nuestro cerebro involucradas en nuestras actividades diarias. Vivimos un estado dilatado de espera, de confinamientos y relajaciones, restricciones y medidas sin saber cuándo recuperaremos lo que ahora llamamos normalidad. El estrés prolongado libera cortisol, y si tienes problemas continuos con esta hormona, puede llegar a afectar el volumen de algunas zonas del cerebro.

En 2018, por ejemplo, un estudio publicado en la revista Neurology de la Academia Estadounidense de Neurología demostró que un alto nivel de cortisol en pacientes se asoció con una peor memoria y percepción visual, así como con volúmenes más bajos de materia gris total, occipital y lobar frontal. Y esos cambios de volumen pueden incidir directamente en las actividades que realizamos a diario, notándose en nuestros posibles cambios de humor frecuentes, sentimientos de miedo o la incapacidad para concentrarnos, realizar varias tareas a la vez o tomar decisiones sin titubear. Esto se debe a su impacto en el sistema límbico y la amígdala, esta última encargada de hacernos sentir emociones.

Los científicos nos dicen que seguramente lo superaremos, pero no será de la noche a la mañana y tomará tiempo. Mientras esperamos que eso pase, los expertos aconsejan aplicar técnicas para traer de vuelta nuestras funciones cognitivas, como juegos de memoria y aprender cosas nuevas. Es importante encontrar nuestros ritmos a nuestro paso, como tener nuestros horarios para levantarnos, comer y nuestras actividades. Hacer ejercicio, mejora el funcionamiento del cerebro, escuchar música que nos gusta, reduce los niveles de cortisol y meditar, disminuye el estrés y mejora tu memoria.

Sin embargo, si con todo lo anterior no es suficiente, siempre podemos acudir a un profesional de la salud mental.

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