Ciudad de México. 22 de septiembre de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- La generosidad que distinguió la vida de Ernesto trascendió a su fallecimiento. El mes pasado, el joven de apenas 23 años murió por un derrame cerebral, en la zona metropolitana de Nuevo León.

Sus familiares autorizaron la donación de sus riñones, córneas, hígado y corazón, inspirados en la generosidad de Ernesto. Ellos recordaron que cada año el joven participaba activamente en la organización de colectas y donativos en beneficio de personas en situación de vulnerabilidad, especialmente niños.

El corazón de Ernesto volvió a latir en un adulto en la Ciudad de México; su hígado fue trasplantado exitosamente en Puebla, mientras que las córneas le devolvieron la vista a una menor en Yucatán.

Casos como el de Ernesto —una donación multiorgánica para receptores en diferentes entidades— demanda la coordinación eficiente de equipos multidisciplinarios de especialistas médicos, además de todo un reto de logística, para procurar uno o varios órganos en beneficio de más de 20 mil mexicanos que están en lista de espera.

“La donación de órganos es un acto de amor, es un acto de fe, un acto voluntario donde la sociedad se suma a este esfuerzo para mejorar la calidad de vida, incluso para salvarle la vida a muchas personas que lo necesitan”, declara el doctor José Salvador Aburto Morales, director general del Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra).

El funcionario enumera los logros alcanzados por la institución a su cargo, resalta los desafíos técnicos, científicos y logísticos inherentes a cada trasplante y enlista los retos que afronta la cultura de donación de órganos en México.

En este 2016, el Centro Nacional de Trasplantes documenta ya dos mil 537 trasplantes de córnea; dos mil 52 de riñón; 141 trasplantes de hígado; 25 de corazón; tres de páncreas y uno de pulmón.

Las cifras que consigna el Cenatra reflejan que la donación de órganos y tejidos ha incrementado ocho por ciento con relación a 2015; sin embargo, aún está lejos de cubrir una demanda creciente.

“Lo que más se requiere en nuestro país son donantes de riñón, la lista de espera —que es de más de 20 mil personas— incluye 12 mil 229 receptores de trasplante renal que no tienen donador en vida, porque 75 por ciento de los trasplantes que se hacen en México proviene de un donador en vida: un familiar, un amigo cercano, que en forma altruista, desinteresada, dona un órgano para mejorar su calidad de vida o salvar la vida a otra persona”, explica el titular del Cenatra.

Lo más conveniente —agrega el directivo— es impulsar la cultura de donación de personas fallecidas para revertir la cifra de donantes en vida, y así llegar a un 25 por ciento de donaciones de personas en vida y 75 de personas fallecidas.

“Ambos tipos de donación son convenientes, sus resultados son muy similares, pero la ventaja de una persona que dona después de fallecida es que puede donar varios órganos, incluyendo el corazón, el hígado, dos córneas, dos riñones y tejido musculoesquelético, a diferencia de una persona que dona en vida, que además de someterse a un protocolo, a una intervención quirúrgica, solo puede donar un riñón, por ejemplo”.

Distancia y tiempo

Órganos como el corazón y el hígado, que se generan en otras entidades donde no hay programa de trasplante cardiaco y hepático, son trasladados —junto con un equipo de cirujanos que los procura y resguarda— con apoyo de instituciones públicas o empresas privadas, en un demandante esfuerzo de coordinación y logística.

“Hemos tenido apoyo de líneas aéreas comerciales y de la Procuraduría General de la República que nos ha facilitado sus jets, y esto nos ha permitido que el órgano llegue con oportunidad de donde se genere y llevarlo hasta donde hay un receptor compatible, en la institución donde está el programa activo”, explica.

El Cenatra pretende que se abran más programas de trasplante cardiaco y hepático en todo el país para evitar el traslado y disminuir los tiempos de respuesta y procuración de estos órganos.

Una segunda oportunidad

Con una experiencia de 18 años como especialista urólogo y cirujano de trasplante renal, el doctor Aburto Morales conoce bien cómo se eleva la calidad de vida de un paciente receptor.

“Las personas que reciben un trasplante, después de estar en una situación crítica, prácticamente se vuelven personas normales, regresan a una vida productiva: trabajan, corren, se embarazan, se casan, cantan, ríen: con un trasplante muchas personas afirman que volvieron a nacer, que recibieron una segunda oportunidad, su actitud es muy positiva”, califica.

En la lista de espera

La Ley General de Salud establece que para la asignación de órganos y tejidos de donador no vivo se privilegiará la gravedad del receptor, la oportunidad del trasplante, el pronóstico médico y la compatibilidad con el receptor.

“Es importante informar a la sociedad que cuando alguien dona un órgano o tejido en vida o después de fallecido, este proceso es supervisado y vigilado por la Secretaría de Salud estatal y federal, con el fin de sembrar la confianza de que ese órgano o tejido se va a tomar de la manera más conveniente”, subraya.

Además de vigilar y supervisar que todos los trasplantes de órganos y tejidos realizados en México se apeguen a la normatividad, el doctor Aburto Morales también resalta la confidencialidad y anonimato en el proceso.

“De personas fallecidas no es recomendable ni conveniente que se conozca la identidad del donante, dado que en un futuro pudiera prestarse a situaciones no convenientes como chantajes emocionales o hasta económicos”.

Retos y logros

“Lo más relevante en estos dos años es haber reestructurado el Centro Nacional de Trasplantes en funciones, en estructura, en personal, que esto nos ha permitido generar un plan de trabajo al interior y al exterior para sumar esfuerzos con el resto de las instituciones de salud, con los gobiernos de los estados y las organizaciones civiles, con la finalidad de atender la necesidades de salud de los mexicanos”.

La consolidación de un subsistema nacional de donación y trasplantes permitirá a instituciones federales y estatales y a la sociedad civil sumarse al mismo objetivo: incrementar la donación de órganos y elevar la calidad de vida de miles de mexicanos que esperan una segunda oportunidad.