Texto y fotos por Carmen Trejo Lara
Tanhuato, Mich., 3 julio 2016.- ¿Y qué hacer ante ese silencio? Un lugar invariable, sin mucho transitar, desolado, en el que se parece vivir en el mismo día, donde las monotonías olvidadas en una ciudad son perceptibles. El cantar de un ave que no es visible, los sonidos que generan los insectos resuenan en los oídos. Se unen otras aves más y a lo lejos resuenan las campanas de la iglesia como en cualquier otro lugar.
Los días suelen trascurrir de esta manera, pero una tradición única en este lugar, el celebrar al máximo patrón interrumpen la tranquilidad.
Cada día tres de cada mes algo parece revivir entre los caminos taciturnos de Tanhuato, alguna calle o alguna de sus comunidades será elegida para peregrinar hasta el santuario en donde irán a adorar al dueño del milagro superior.
Adrián Alcántar Gutiérrez, egresado de la licenciatura en historia de la Universidad de San Nicolás de Hidalgo, se encuentra realizando un estudio sobre el Santo Cristo Milagroso, de aquellas costumbres que lo envuelven y dan un lugar a Tanhuato en el mapa. Alcántar Gutiérrez supone que esta tradición en particular se debe a que el día tres representa el día de la Santa Cruz o como un recordatorio de que el día tres es el último día de la fiesta en honor al Cristo.
Por su parte Miguel Anuar Garibay Amezcua en su libro Pinceladas y Estampas de Tanhuato, habla sobre un cambio de fechas en esta celebración del mes de septiembre al de mayo debido a la temporada de lluvias y esto hacía difícil e incómodo el peregrinar de los fieles. “El señor obispo Dn. Manuel Fulcheri por decreto del 23 de septiembre de 1934 determinó que en Tanhuato se celebrara el tres de mayo y se llamara Santo Cristo Milagroso”.
El resonar de la pirotecnia desde llegada la mañana, el aroma a flores inunda las calles. Es momento de gritar, de aplaudir, de correr, tomar fotografías, sacar los mejores vestidos para estar en la parroquia para adorar al Santo Cristo Milagroso. Los cohetes y arreglos llevaran toda la tarde, la cita no sería hasta entrada la tarde-noche a las siete, cuando la continuidad de explosiones y del sonar de las campanas es aún mayor, pero no olvides llegar temprano o tu infortunio será recibir la bendición de pie. Acompañado de música, su exclusiva banda de guerra, albergado por sus fieles peregrinos y soportado por los brazos cansados llega la imagen del Cristo crucificado, que parece proyectar ternura y comprensión ante sus feligreses.
Ante aquel bullicio, los abundantes aplausos y ese resonar de los cohetes era momento de gritar después que el cura lo exclamará: ¡viva el santo Cristo Milagroso!, una y otra vez en compañía de los tambores que hacían vibrar el pecho con cada percusión y que hacían brincar aún más el corazón de cada uno de sus fieles.
Seguido de más aplausos, los tambores y las campanadas terminan esta celebración que rompió con el silencio en el que se vive en este lugar y que desde que ese milagro ocurrió, aquel en donde el Cristo no se quemó, se seguirá gritado en su nombre para seguir exclamando la fe.