Por Rodrigo Diez de Sollano 

Durante el Foro Internacional de Innovación en la Gobernanza Metropolitana realizado en Guadalajara, Jalisco, México los días 23 y 24 de noviembre de 2015 se plantearon los retos que tienen las metrópolis de México y el mundo para avanzar en el desarrollo sostenible. Uno de los temas de gran importancia fue la relación Campo-Ciudad, que aunque parezca increíble, resulta todo un misterio para la mayoría de los habitantes de las ciudades, esto a pesar de que de ahí provienen nuestros alimentos!

Se dijo durante el Foro que el 75% de los habitantes del planeta vive en la interfaz entre el campo y la ciudad, sea porque viven en pequeñas poblaciones de tipo rural y trabajan en la ciudad cercana o viviendo en la ciudad viajan al campo todos los días porque hacen negocios en el ámbito rural. O también viviendo en el campo, viajan todos los días a la ciudad para estudiar. Además habría que agregar a quienes llevan sus productos agrícolas, ganaderos o forestales hacia las ciudades, etc. En México cerca de 30 millones de personas viven situaciones similares. Solamente con observar el número de vehículos que entra y sale de una ciudad en las horas pico y que van o vienen de distancias menores a una hora, podemos valorar su importancia.

El hecho es que existe una zona de transición donde termina la ciudad y empieza el campo que requiere de una gobernanza especialmente diseñada que facilite las actividades diarias de estas personas y además mejore su calidad de vida y la del resto de los habitantes de la región.

Es necesario dejar de ver las áreas rurales cercanas a las ciudades solamente con “reservas territoriales” con terrenos a bajo costo para el crecimiento urbano. Esta forma de ver el campo ha provocado el crecimiento desordenado de las ciudades que se van extendiendo sin límite, incrementando los tiempos diarios de transporte de sus habitantes desde sus hogares hasta las zonas donde trabajan y convirtiendo los suburbios en “ciudades-dormitorios”, elevando los costos para llevar servicios de agua potable, drenaje, electricidad, transporte público, escuelas, servicios de salud, etc. reduciendo al mismo tiempo la calidad de vida, tanto para los nuevos habitantes de esas áreas como para quienes ya vivían en pequeñas poblaciones que han sido englobadas por el crecimiento urbano, además de elevar el costo de los productos rurales porque ahora deben ser cultivados en zonas más lejanas, agregando más bióxido de carbono a la atmósfera por las distancias de transporte más largas.

La gobernanza de la interfaz Campo-Ciudad requiere de acciones en ambos lados de la “frontera”.

Por una parte en el lado de la ciudad se necesitan incentivos para el crecimiento vertical con servicios que otorguen calidad de vida a los habitantes de esos edificios, quienes ya no buscarían tener una casa unifamiliar en áreas alejadas. Los conjuntos multifamiliares deben ofrecer no sólo vivienda con espacios suficientes para vivir dignamente, sino también escuelas cercanas, fuentes de trabajo, áreas comerciales, unidades deportivas, centros culturales, lugares de diversión, accesos cercanos al transporte público, etc.

Mientras que por el lado rural los habitantes tendrían acceso cercano a los mismos servicios y amenidades que por ahora están disponibles solamente para las zonas urbanas, desalentando con ello la emigración hacia las ciudades y conservando el suelo en su uso actual.

Es muy importante la reglamentación del cambio de uso del suelo de tal forma que desaliente la compra de terrenos rurales para la creación de desarrollos urbanos y al mismo tiempo haga competitivos los desarrollos urbanos “intrametrópolis” para aumentar la densidad de población en el territorio urbano. Esto incluye cargar los costos ocultos de los nuevos desarrollos urbanos a quienes los construyen, por ejemplo las avenidas y pasos a desnivel de acceso a los mismos, las escuelas, los mercados, las áreas deportivas, etc. de tal manera que no queden a cargo de los municipios que se ven en una situación económica muy difícil para otorgar dichos servicios.

El uso del agua es otro tema muy importante de la gobernanza Campo-Ciudad. La ciudad puede tratar las aguas residuales y el campo debe utilizar dichos volúmenes para riego, reduciendo así las cantidades actualmente utilizadas. Adicionalmente los cauces de ríos y arroyos tendrían que respetarse en la planificación general para reducir así los riesgos de inundaciones, además de disponer de lugares de almacenaje temporal de las aguas pluviales, para su uso posterior. Desde luego un punto a considerar debe ser no utilizar esos cauces como drenajes.

Por otra parte las zonas de cultivo pueden servir de complemento a las áreas verdes de las ciudades formando un “cinturón verde” para las mismas.

¿Cómo tomar las decisiones?

¿Quiénes y cómo podrían decidir qué hacer o qué no hacer en la interfaz Campo-Ciudad? Será necesario diseñar mecanismos de toma de decisiones democráticas. Los organismos de planificación de una región metropolitana podrían tener representantes de ambos lados (rural y urbano), tanto del sector gubernamental como de la sociedad civil. Lo más importante es que se analicen las diversas alternativas y el impacto de las mismas en ambos lados de la “frontera” no solamente a corto plazo, sino a mediano y largo plazo.

No tomar en cuenta en la planificación de una metrópolis la interfaz Campo-Ciudad, no solamente pone en riesgo la calidad de vida de sus habitantes, sino también de los pobladores de toda la región en la cual se encuentra.

Twitter: @DeSollano