MIRTA ASUNCIÓN INSAURRALE CABALLERO, INVESTIGADORA DEL COLMICH LA PIEDAD

Por Bruno Eduardo Aceves Alejandre

Quien hasta el jueves fuera Secretaria General de El Colegio de Michoacán, la Doctora (con doctorado), Este martes en su tierra natal, en la ciudad con que compartía nombre de Paraguay, Mirta Asunción Insaurrale Caballero, perdió la batalla contra una enfermedad que la aquejó y le terminó por cobrar la vida. Sirvan estas letras a manera de homenaje y despedida para una mujer llenar de arte en todo sentido. Nuestro abrazo solidario con sus seres queridos y nuestras oraciones para su eterno descanso.

Escrito en el año 2013

Si usted busca especialistas en albañilería, danza contemporánea, diseño, restauración, museografía e historia, probablemente conformaría un equipo de por lo menos seis personas. Pero también podría llamar a ella, una mujer, cuya estatura no rebasa un metro con cincuenta centímetros, pero que conjunta todas estas ciencias y disciplinas en su persona, acompañadas por una sonrisa.

Ella es Mirta Asunción Insaurralde Caballero, investigadora del Colegio de Michoacán, cuyos estudios y aprendizajes abarcan todas las disciplinas mencionadas anteriormente. De origen paraguayo pero mexicana por adopción. Radica en La Piedad desde hace poco más de un año. Ella es la muestra viviente de que muchas de las mejores cosas de la vida, vienen en recipientes pequeños y con aroma agradable.

Conoció México en 1989, llegó a radicar nuestro país por amor en el 2000 y sigue aquí por amor al arte, en sentido literal. Su trabajo consiste en contar historias a partir de objetos, en lo que ella misma define como el oficio de conservar la memoria. Actualmente está haciendo “autopsias”, por así decirlo, a esculturas que son parte del “Cementerio de Cristos” ubicado en el ex convento franciscano de Tzintzunzan.

Mirta vive del arte y para el arte. En  el año 2010 fue seducida, junto con otros investigadores, para crear lo que ahora es el Laboratorio de Análisis y Diagnóstico del Patrimonio del Colegio de Michoacán (LADIPA), uno de los secretos mejor guardados de La Piedad. En su experiencia personal, suma en su currículum haber sido Directora Académica de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), contar con una maestría y estar haciendo el doctorado.

En este laboratorio, la variedad de instrumental y sofisticación en los aparatos es muy grande.  Insaurralde señala: “Otros investigadores de cualquier parte  del país, hacen filas de meses para poder utilizar instrumentos similares, nosotros los tenemos disponibles 24 horas. LAPIME es un laboratorio que está llamado a ser de los mejores  en México por su potencial analítico y por las ventajas comparativas”.

Una de las ventajas de LADIPA es su vocación, la de analizar el patrimonio artístico y natural, entendiendo esto como algo que nos pertenece a todos, señala la científica, orgullosa de su centro de trabajo, mientras nos muestra un serial de radiografías tomadas a una escultura mecanizada, de la época del virreinato, conocida como autómata, y que representa a un Cristo procesional con la capacidad de inclinarse.

Amante del café, el vino tinto, los ñoquis y los chocolates, Mirta  nos narra la felicidad que le da el poder contar la historia de un objeto como lo es una pintura virreinal bautizada por ella como “Alegoría de la Preciosa Sangre de Cristo con Ánimas del Purgatorio” que está en Ozumba, Estado de México. Su investigación, pudo determinar el periodo en que fue creada esta obra.

Esta restauradora descubrió su actual vocación durante la infancia, en su natal Asunción, por la afición de armar y desarmar relojes, mismos aparatos quedaban inservibles en muchas ocasiones o resultaba que les sobraban algunas piezas en el proceso de rearmado. Hoy, la Maestra en historia del arte sigue luchando contra relojes, cuyas huellas de tiempo quedan marcadas en lienzos, madera y emulsiones de colores.

El primer trabajo de Mirta Asunción Insaurralde Caballero restauración lo hizo con el reconocido arqueólogo Otto Schöndube Baumbach al armar una pieza arqueológica rescatada por él.  Este utensilio fue definido como un horno comal utilizado por las personas asentadas en la región de Zapotlán el Grande antes de la conquista española, para tostar semilla.

Su más reciente descubrimiento fue un poema atribuido a Sor Juana Inés de la Cruz que forma parte de una pintura que actualmente está en el Santuario de Chalma. Este feliz encuentro se fio en el mes de abril de este año y provocó tanta alegría que casi se pone a bailar de gusto.  Considerando que en ese lugar se entra danzando a la iglesia, su muestra de gusto podría haber pasado desapercibida.

La pasión de Mirta Insaurralde, es sin duda el patrimonio cuya definición nos regala:  “Patrimonio es la propiedad de las personas, una propiedad que les sirve para definir su vida en el mundo, pero también para definirse a partir de quien es, lo que incluye la herencia cultural que se manifiesta en objetos como pinturas y esculturas, pero también el suelo, la tierra y el agua.”

La explicación de la científica, es el marco para mostrar imágenes microscópicas de atuendos en esculturas religiosas hechas a base de médula, pasta y caña de maíz. Pero también pone en la pantalla fotografías de tejidos minúsculos con granos micrométricos de hoja de oro, producto de ornamentos olvidados por el tiempo y los cambios de moda.

Su gusto del azul como color y del purgatorio como sitio en sus estudios. Esta restauradora come principalmente verduras, pero no desprecia un corte de carne, aunque nos confiesa que aunque Paraguay no tiene mar, tiene debilidad por los mariscos y pescados. Un buen expresso le inspira a sonreír, pero sus proyectos le dan felicidad. Ella afirma tajante, que no trabaja por dinero pues bien podría vender tamales sin ningún problema.

Fiel fanática de Julio Cortázar y de la expresión poética, explica sus vínculos familiares con México pues cuenta con un primo quine vive en París, es francés, pero además es mariachi en la Ciudad Luz, puntualiza con ironía. Su actual compañero de vida es “Máximo”, un basset hound de 10 años al que le habla como otra persona y el can le atiende con su mirada fija como pretendiendo responder a las indicaciones y explicaciones de Mirta.

Enfundada en una bata blanca y cuya mirada está enmarcada en unos lentes de pasta, puede cambiar su atuendo al de una ciclista que gusta de rodar por calles y brechas. El contacto con la naturaleza la llena a tal grado de haber escalado los cerros de Zináparo y Churintzio o correr en aventuras en territorio chiapaneco y estar extraviada en el territorio, algo hostil, del municipio de San Juan Chamula.

Mirta, vuelve a narrarnos con interés sobre el “Cementerio de Cristos” del ex convento franciscano de Tzintzunzan. Algunos colegas investigadores le decían si el nombre de este acervo era metafórico a lo que les respondió a ellos y a nosotros negativamente, pues fue un depósito que duró resguardado gracias al celo de la comunidad de Tzintzuntzan, aunque con un estado de abandono muy grande.

Sin embargo, ese celo y ese abandono es el que le hizo descubrir a Mirta mediante, radiografías, resonancias, tomografías, que muchas de estas esculturas, rotas o arrumbadas, fueron envueltas en petates, tal como si fuesen cadáveres que se preservaron gracias a la discreción y a la amnesia que hoy han permitido a la Paraguaya “resucitar” parte de la historia de estos Cristos.

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