• Consejo de Cuenca Lerma-Chapala da luz verde al reparto más reducido de agua para riego agrícola en lo que va del siglo
  • Hay casos extremos: la zona de irrigación de la presa Ignacio Allende no tendrá un solo litro de agua disponible
  • Los usos de agua urbanos mantienen prioridad, e incrementan su presión sobre el recurso escaso

Agustín del Castillo

En la historia de los últimos cinco siglo en la cuenca del Lerma, en que la región despuntó y se afianzó como el granero de México, la fluctuación entre periodos de abundancia de lluvias y grandes sequías es común, pero en las últimas décadas, el notable incremento de la población y de los usos económicos del territorio que se disputan el agua, aunado a un régimen pluvial cada vez más errático en el contexto del cambio climático, ha convertido un problema cotidiano en crítico, con ciclos cada vez más cortos en tiempo y con efectos mayores.

El temporal 2023, de este modo, se presenta como uno de los peores en la historia de la región; sin duda, lo es desde que está en vigencia la política de distribución pactada entre los años 2004 y 2006 por gobiernos estatales y usuarios, que se cristalizó en 2014 con un decreto presidencial que define la salud de la cuenca de 58 mil kilómetros cuadrados (contiene varias cuencas cerradas o endorreicas, como Pátzcuaro) a partir de la existencia de agua del lago de Chapala, el mayor de México y punto final de la región hidrográfica, que nace en los manantiales que brotan al pie del Nevado de Toluca, en Almoloya del Río, estado de México.

Para los cinco estados que conforman con parte de sus territorios esta cuenca, un seguimiento de las precipitaciones acaecidas entre 2006 y 2023 es revelador.

Los registros de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) arrojan lo siguiente: Guanajuato (con más de 80 por ciento de su territorio en la cuenca) solo registró 368.1 milímetros de lluvia entre el 1 de enero y el 31 de octubre de 2023, independientemente de lo tarde que empezaron las precipitaciones, lo cual afectó la programación de las siembras del temporal, con pérdidas de 50 a 70 por ciento para los campesinos. El registro desde 2006 señala un año incluso más malo en 2011, cuando se presentó la sequía más extrema en lo que va del siglo en México: 378.7 mm, correspondientes a la suma de doce meses (contra diez del registro de 2023).

Del análisis de los 17 últimos años, aparte de los años 2011 y 2023, Guanajuato estuvo abajo de 500 mm en los años 2022 (480.1 mm) y 2020 (475.5 mm). Abajo de 600 mm en 2012 (573.3 mm) y 2019 (553.7 mm), y abajo de 700 mm en los años 2009 (623 mm), 2014 (679 mm), 2016 (691.3 mm) y 2017 (611.5 mm). Particularmente, en los últimos cinco años, el valor de lluvias más alto es el de 2021 (780 mm), mientras el resto de los ciclos nunca han rebasado 553 mm, aproximadamente 100 mm por abajo de la media histórica  (ver https://cuentame.inegi.org.mx/monografias/informacion/gto/territorio/clima.aspx?tema=me&e=11).

Querétaro es la otra entidad que presenta incluso más reducidas precipitaciones (apenas 277 mm en los primeros diez meses de 2023; 374 mm en 2022; 648.3 mm en 2021; 407 mm en 2020; 411.3 mm); pero los otros estados, usualmente con medias de lluvias más elevadas, también registran datos a la baja: Michoacán: 615.1 mm en 2023; 760.8 mm en 2022; 974.1 mm en 2021; 703 mm en 2020 y 828 mm en 2019. Jalisco: 724 mm en 2023; 859.3 mm en 2022; 1,106.4 mm en 2021; 874.2 mm en 2020; 926.4 mm en 2019. Y México: 696.7 mm en 2023; 849.1 en 2022; 933.8 mm en 2021; 758.9 mm en 2020 y 837.6 mm en 2019.

Para que el lector se dé una idea de la verdadera escasez que denotan los registros de 2023: la media histórica en la zona central del desierto de Chihuahua, el mayor de México, entre los estados de Coahuila y Chihuahua, va de 400 mm y 200 mm. Esto revela que estas lluvias en El Bajío se asemejan mucho a las comunes en un desierto. Para una región con más de 20 millones de usuarios de agua y donde se produce más de la quinta parte de la riqueza agrícola nacional, esto tiene tintes de desastre.

CONSECUENCIA DE LA SEQUÍA: BAJAS ASIGNACIONES

Para la cuenca del Lerma, la media histórica anual de lluvias es de 717 milímetros, pero este ciclo sólo cayeron 463 mm, lo que ha dejado a las grandes represas de la región en alrededor de 48 por ciento de su capacidad.

El pasado 15 de noviembre, se realizó la reunión anual de asignación de volúmenes de la cuenca Lerma-Chapala. Como resultado del mal temporal y la escasez que se ha registrado por casi cinco años -la excepción es 2021-, la asignación de agua fue reducida, lo que técnicamente significa “política media” de distribución, conforme al decreto federal de abril de 2014.

El distrito de riego más grande de la zona, y uno de los mayores del país, es el 011, que recibe agua de la megapresa de Solís, que puede de forma extraordinaria puede contener casi 1,214 millones de metros cúbicos (m³, cada metro cúbico son mil litros), pero esta vez solo aportara 469 millones de m³, lo que obliga a sus agricultores, al igual que los del distrito 085 (Allende, con cero m³ de asignación), a cancelar los cultivos de fin de año, explicó el presidente del consejo de cuenca, Roberto Castañeda Tejeda.

El cuerpo de agua que determina la política de distribución a seguir es el lago de Chapala, el más grande del país. Es el termómetro de la cuenca. Chapala alcanzó el pasado 1 de noviembre 3,958 millones de metros cúbicos (m³), esto es, 50 por ciento de su capacidad y apenas dos centímetros de alza de su nivel en todo el temporal. Solo en 2011 se comportó peor, con apenas 1 cm recuperado. El decreto de distribución señala que si el lago está por abajo de seis mil millones de m³ y por arriba de 3,200 millones, la política de asignación es “media”. Sin embargo, la raquítica recuperación de los vasos artificiales del Lerma castigan aun más a los productores: se están asignando alrededor de 900 millones de m³ al uso agrícola, la única asignación por debajo de mil millones de m³ que se ha dado desde el año 2005.

En la cuenca Lerma-Chapala se ubican ocho distritos de riego –los número 033, 045, 087, 022, 061, 085, 011 y 013- y los sistemas de pequeña irrigación denominados Alzate, Tepetitlán, Angulo, Duero, La Begoña, Pericos, Zula, Ramírez, Tepuxtepec, Solís, Querétaro, Adjuntas, Corrales, Yurécuaro y Chapala. Pero a diferencia del agua de las zonas de irrigación, las zonas “temporaleras”, que solamente reciben el agua de las lluvias, son por ahora las verdaderas afectadas con el descenso pluvial: la reducción en productividad podría alcanzar 70 por ciento, reconoce la jefa del Departamento Agropecuario de Valle de Santiago, un municipio del corazón de El Bajío de Guanajuato, María Mónica Rico Moreno.

CONTEXTOS SOBRE LA SEQUÍA DE 2023

Si bien, es el norte del país, en los amplios desiertos de Chihuahua y Sonora, donde se registran históricamente las más bajas precipitaciones, este año 2023 presenta novedades respecto al impacto de la sequía que obliga a mirar más hacia el centro del país. Si se observan los mapas del monitor de sequía de América del Norte, o el de México, ambos disponibles en la página de la Conagua, son municipios de Jalisco, Guanajuato, Aguascaliente, Zacatecas, San Luis Potosí, sur de Durango y de Coahuila, donde se concentra el área con sequía de alta severidad.

Esa amplia demarcación, que abarca El Bajío propiamente dicho, más Los Altos de Jalisco y los territorios adyacentes del altiplano del norte, alberga o provee de agua a cinco de las diez principales ciudades del país: la Ciudad de México (hasta 7 mil litros por segundo desde Almoloya del Río, el nacimiento del río Lerma-Santiago, el principal del centro del país), Guadalajara, León, Aguascalientes y Torreón-Gómez Palacios. Todas están inmersas en crisis de cantidad y calidad del agua, y un deterioro general de los sistemas. Parte del problema es que no se trata de zonas urbanas preparadas para afrontar la progresiva escasez, pese a ubicarse en demarcaciones semidesérticas.

La expansión de las tierras áridas es una realidad acreditable en la región descrita. Es un proceso antropogénico que ha sido confundido con el crecimiento del desierto natural, de forma equivocada. Son acuíferos sobreexplotados y agua sobreconcesionada parte de la explicación del elemento humano, así como la persistencia de modelos de producción agrícola y ganadero que no están adaptados a la realidad de las regiones secas. Algunas ciudades medias y grandes, como Torreón y Guadalajara, deben beber agua de mala calidad porque sus acuíferos están abatidos, porque se extrae agua con problemas de metales y porque se invierte poco en procesos de potabilización. Hay también un acusado fenómeno de cambio de uso de suelo que ha alterado ecosistemas naturales y sus servicios ambientales, detonado extinciones de especies silvestres y alteraciones del ciclo del agua.

Pero en 2023, la tormenta perfecta lo constituyen la implantación temprana de un El Niño Oscilación Sur, la variable climática más influyente de la historia de las América, tras tres años La Niña. La frecuencia de fenómenos El Niño-La Niña (que se diferencian por contraste: El Niño es el calentamiento de las aguas superficiales del océano Pacífico tropical; la Niña, el enfriamiento) se ha incrementando a menos de siete años desde 1990. Antes del siglo XX, los registros se presentaban con décadas de diferencia. Algo sucede con El ENOS, pero al sumar esto al cambio climático, hay un conjunto de elementos naturales con enorme huella sobre la región, que no está preparada para estas frecuencias tan continuas de sequías o su anverso, las lluvias desastrosas.

MÁS SOBRE SEQUÍA Y AGRICULTURA EN EL BAJÍO…

MÁS EN BRUNOTICIAS

Esta y más información puede leerla, verla o escúchela en BRUNOTICIAS. Síganos en Facebook @Brunoticias. Nuestro Twitter @brunoticiass. En el Instagram @brunoticiass, o bien puede suscribirse al canal de YouTube Brunoticias. Escuche nuestro Podcast Brunoticias en SpotifyApple Podcast o Google Podcast