EL QUE QUIERA LEER QUE LEA, Por Abelardo Navarrete

Hace más o menos un año, me di a la tarea de escribir un par de líneas que trataban de exponer a groso modo el día a día en la vida de una persona que dedica su existencia a la no muy fácil tarea de informar, sin importar la hora del día o la noche, si es una fecha especial, si hay convalecencia o enfermedad, situación que se repite a cada instante en que se debe atender al llamado las necesidad de informar a la población, para conseguir el video, fotografía o texto sobre cualquier hecho ocurrido.

Ser reportero o periodista, va más allá de la pasión con que cada mañana se abren los ojos para despertar a la curiosidad de ver el mundo con una óptica diferente, encontrando en cada lugar detalles que muchas veces, por la cotidianidad o falta de observación, pasan desapercibidos para otros, siendo parte de nuestra labor el resaltar y decir lo que otros por diversas situaciones no han dicho o hecho.

Cuando estás trabajando en una profesión como el periodismo, todo pasa a segundo plano, sin olvidarte de las personas que te quieren y preferirían estar cerca de ti, te ves en la necesidad de alejarte a veces por horas, otras veces, por días para obtener la información necesaria para hacer que la nota, crónica, relato, sean el resultado del esfuerzo que ha valido la pena.

La meta alcanzada se puede palpar en un video, un periódico, la página web, que son testigos de las horas que se deben invertir para conseguir el material esperado, sin otra paga que la satisfacción de haber hecho lo correcto fungiendo como un vínculo real entre la sociedad y su autoridad, ayudando a cualquier persona a enterarse de un hecho que tal vez pudo haber interesado, abriendo los ojos a la curiosidad, en ocasiones, también a la esperanza de alcanzar una mejor calidad de vida para sus familias, ahí están las verdaderas satisfacciones de este oficio, al cual nadie se dedica esperando una buena remuneración económica, ya se sabe que eso no llegará.

Es extraño creer que la condiciones laborales de aquellos que dedican su vida a la labor de informar son buenas, cuando las personas no se imaginan que al ver a un reportero con una sonrisa en la boca, que sirve como una buena mascara, se ocultan preocupaciones como las puede tener cualquier otra persona a la que no le alcanza la vida para pagar un alquiler, la colegiatura y uniformes de sus hijos, incluso un kilo de comida que acercar a su mesa, pero no se dice, eso no se informa, ya que la gente no está ávida de ese tipo de información y las empresas solo exigen la materia prima para seguir publicando y atrayendo, lectores, radio escuchas, internautas o televidentes y esa materia prima es la información, verás, oportuna, objetiva y trascendental.

A pesar de que existen ciertas legislaciones que pretenden proteger al gremio que se dedica al periodismo pareciera ser letra muerta, ya que no existen garantías para ejercer el periodismo con seguridad, sin contar que muchos no cuentan con ningún tipo de derechohabiencia, ni prestaciones que les ayuden a tener una vida plena, como si se tratara de cualquier otro trabajo en el que se tienen mayores ventajas laborales.

No se trata de convertir esto en un mar de quejas, sería fácil decir: “si no te gusta, renuncia”. Pero ¿Cómo aceptar dejar de respirar pretendiendo seguir viviendo? ¿Cómo querer que deje de latir el corazón haciendo que la sangre deje de fluir por el cuerpo? Así de complicado sería dejar de ser periodista y ejercer el periodismo.