Reflexiones en Día de Muertos: Amor Eterno, Tradiciones Vivas.
Octavio Ramírez Mercado

El 1 y 2 de noviembre decoramos espacios de nuestras casas, oficinas, centros de trabajo, tumbas y diversos lugares con altares y ofrendas dedicados a la memoria de seres a quienes quisimos, mejor dicho, que seguimos queriendo. Y es que la muerte no ha sido capaz de arrancar de nuestra mente el sonido de su risa, su manera particular de hablar, de llamarnos; tampoco ha sido capaz de borrar su rostro, su piel, sus manos, y mucho menos ha podido erradicar el amor que sigue ardiendo en nuestros corazones por ellos.

La tradición prehispánica de Día de Muertos, en especial de los purépechas, sigue viva hasta nuestros días. “Animeecheri kúinchekua” o Fiesta de las Ánimas celebra la otra vida de nuestros muertos y el reencuentro en el que los de esta vida conviven con los de la otra.

Regresan del “Uaricho” (cielo purépecha) y nosotros les ofrecemos lo mejor que tenemos y lo que les gustaba. Por lo general, los recibimos con distintos colores de papel picado, su mejor retrato, muchas flores de cempasúchil para guiarlos en su breve retorno a casa, sus platillos favoritos, pan de muerto, una cruz de ceniza o sal, agua y muchas velas o veladoras. En un altar que nos recuerda a tantos momentos; por eso, en cada lugar, los altares son distintos, únicos y bellos.

Este hermoso sincretismo que se logró a través de la amalgama de tradiciones prehispánicas y católicas es único en el mundo. Los mexicanos contemplamos a la muerte como compañera cotidiana, la abrazamos como un recordatorio de vivir con plenitud y nos aferramos con fe a la vida después de la muerte.

Por eso, observamos plazas, centros históricos, calles, avenidas, casas, adornadas con diversas manifestaciones artesanales, culturales y artísticas. Millones de personas en nuestro país dedican con cariño, su tiempo a ello.

Componemos y leemos “calaveritas”, una forma tradicional de versos cortos en rima, y nos burlamos de la muerte. Vemos catrinas que nos recuerdan que, a pesar de su elegancia, la muerte es la misma para todos. Rememoramos textos, como “Pedro Páramo” de Juan Rulfo o “Tía Chofi” de Jaime Sabines. Cantamos canciones como “Amor Eterno” o “La Llorona” y algunos rezamos a Dios por el descanso de los que tanto recordamos.

El Día de Muertos, es mucho más que una festividad para recordar a nuestros seres queridos fallecidos. Es un evento comunitario que se convierte en un vínculo generacional. Reúne a amigos y familiares alrededor de la construcción de altares, donde compartimos historias y revivimos recuerdos. Estos momentos de unión me llevan a agradecer profundamente por mi identidad mexicana, michoacana y piedadense. Ya que tradiciones culturales, como esta, nos brindan lecciones invaluables: el aprecio por la vida, por cada aliento, por cada ‘te quiero’ y por cada gesto de amor hacia los nuestros.

Es en este contexto que surge una pregunta que nos desafía: ¿están verdaderamente muertos aquellos a quienes amamos? Más allá de los altares y las ofrendas, este día nos sumerge en una profunda reflexión sobre la continuidad de la vida a través del amor.

El Día de Muertos nos invita a explorar la trascendencia de los límites entre la vida y la muerte, recordándonos que, en el poder del amor y el recuerdo, nuestros seres queridos siguen vivos en nosotros y que para el mexicano ni la misma muerte es frontera.

Más sobre tradiciones y el Día de Muertos…

MÁS EN BRUNOTICIAS

Esta y más información puede leerla, verla o escúchela en BRUNOTICIAS. Síganos en Facebook @Brunoticias. Nuestro Twitter @brunoticiass. En el Instagram @brunoticiasO bien puede suscribirse al canal de YouTube Brunoticias. Escuche nuestro Podcast Brunoticias en SpotifyApple Podcast o Google Podcast