Por Agustín del Castillo

No es que no los esperaran. En realidad, por años, los miembros de ese ejército privado llamado Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) han deambulado libremente por toda la región de Tizapán, Concepción de Buenos Aires, Mazamitla, Valle de Juárez, Quitupan, San José de Gracia, donde comienza la Sierra del Tigre, cuyos ríos prístinos nacidos en el cerro de El Tigre, la mayor montaña de la zona, descienden al sur, hacia la Tierra Caliente michoacana, por la ruta de  Santa María del Oro -alguna vez, municipio de Manuel M. Diéguez -, el portal al codiciado valle tórrido que hoy disputan a los cárteles unidos y a cuantas autodefensas les topen.

Ellos han controlado la economía local, han garantizado la paz a los turistas del pueblo mágico,  han definido quién puede entrar a algún negocio y el tipo de contribución que debe aportar. Han hecho favores a los influyentes de los pueblos para tener qué cobrarles en tiempos difíciles. Incluso han usado algunas aldeas remotas de la zona como sitio de pertrechos y hasta campo de entrenamiento. Una Pax narca que se ha quebrado en menos de cinco meses.

“Ya llegamos y no nos vamos…”, dijo un sicario anónimo, con traje militar y el infaltable cuerno de chivo, al atardecer del 17 de junio pasado, en que decidieron tomar el apacible poblado de El Volantín, arriba de Tizapán, famoso por su pequeño embalse con truchas y tilapias. Sus habitantes disfrutan el clima templado y seco que predomina buena parte del año en estas lomas elevadas desde donde se domina la inmensidad del lago de Chapala. Sería insignificante, pero al parecer, es estratégico: por sus brechas, un contingente se puede desplazar rápidamente hacia la frontera michoacana. Eso no había ocasionado ninguna “toma” ostensible en el pasado. No hacía falta. Nadie ha cuestionado, ni las autoridades, ni los particulares ni grupos rivales, el dominio de las huestes de Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho. ¿Qué cambió?

Si necesitamos un hito, hay que remontarse a los fusilamientos de febrero de este 2022. Entre 11 y 17 presuntos miembros del CJNG, incluido Alejandro García, El Pelón, fueron ejecutados contra la pared en una de las calles de San José de Gracia, presuntamente, el 27 de febrero, cuando acudían a un velorio. El CJNG responsabiliza de estos hechos a Ernesto Mascorro Martínez, El Chaparro, miembro prominente del grupo Pájaro Sierra, ligado hasta esa fecha al cártel más poderoso de México. El fondo de estos hechos aparentemente irracionales son las rencillas y muertos que arrastraban los enfrentamientos entre El Pelón y el líder de Pájaro Sierra, Abel Alcántar Vallejo, El Toro, con asesinatos de familiares de por medio.

Alejandro tenía advertido que no podía pisar San José de Gracia. Pero por la muerte de su madre, recibió un “permiso” de los altos mandos del CJNG. El líder de Pájaro Sierra no lo dejó pasar. El registro de este asesinato múltiple que el presidente López Obrador y sus subalternos, primero pretendieron negar, y luego se enredaron en absurdas disquisiciones semántica para evitar que se usara el término “fusilamiento” (una vez más: los regímenes autoritarios siempre buscan controlar la realidad a través del lenguaje).

Lo cierto es que esa fecha es el disparo de la tremenda inseguridad en que esta inmersa la región Sureste de Jalisco y sus diversas entradas a Michoacán. No debe tener contentos a los mandamases del cártel porque el enfrentamiento intestino distrae recursos de sus prioridades, que son apoderarse de las tierras del estado vecino a costa de los sucesores de grupos criminales tan afamados como Las Familia Michoacana, los Zetas y Los Caballeros Templarios, que hoy sostienen el control entre violentos enfrentamientos con el formidable poder de fuego de los jaliscienses (descendientes, como todos saben, de una escisión del Cártel de Sinaloa tras la muerte del famoso Nacho Coronel, ese jefe de la plaza de Guadalajara que repartía dinero entre diputados y regidores locales para comprar su estancia pacífica…).

Tras los fusilamientos, vinieron las tomas carreteras en Tamazula de Gordiano, el municipio limítrofe con Mazamitla hacia el sur del estado; luego, en ese mismo pueblo mágico, las desapariciones y asesinatos de ciudadanos, y más adelante, la ejecución del jefe de la policía de Tizapán el Alto. Las purgas internas de las mafias suelen ser muy violentas. El Volantín veía pasar todo con la apacible indiferencia de un poblado poco relevante y con parroquianos neutrales. Pero el CJNG quiere que su operación para recuperar el control sea rápida y espectacular. Es por eso que festeja como triunfo militar la intimidación de un pueblo de campesinos y comerciantes. Es una ruta en el camino de reconquista de la Sierra del Tigre. Hay que esperar más hechos de violencia. Aunque ha habido esporádicas intervenciones de la Guardia Nacional, y algunas detenciones, la realidad es que los moradores del sureste de Jalisco están solos en esta guerra, en la que están condenados a enmudecer y sonreír con temor.

“Ellos grabaron el video y nos advirtieron que no se podía subir a redes, que iban a saber quién”, me confesó un testigo, nervioso, días antes de que apareciera, efectivamente, en Twitter e Instagram. Dado el afán propagandístico habitual de las acciones del cártel, ¿un mero amedrentamiento para que no duerman tranquilos?

Los rumores corren por la región y hacia afuera. Hay incluso quienes aseguran que no es un castigo a El Chaparro y El Toro, sino una verdadera guerra de sucesión al dominio de El Mencho, de cuya salud se especula. Queda claro que los grupos criminales se parecen a las dictaduras antisistema que están llegando a gobernar en tantas zonas del mundo: no tienen institucionalizadas las sucesiones. Cada declive de un liderazgo acarrea violencia. Pero lo del destino de El Mencho también es mera especulación. Muchos aseguran que se le ve en cabal salud en sus diversas residencias a lo largo de su dominio en el sur y la costa de Jalisco.

Por si las dudas, de forma discreta, muchos habitantes de esta región aguacatera y turística se han movido a sitios más seguros. Habrá que advertir que a los amos de la sierra no les conviene la publicidad de una violencia endémica porque el turismo es altamente sensible. Los negocios declinan por falta de visitantes, y la recaudación de la protección desciende. También hay una mala imagen para la marca aguacate, de por sí, inmersa en el desprestigio de crecer a costa de bosques naturales y del pillaje de agua que debería ser para muchos usos, sobre todo, de las comunidades humanas, según la ley. Pero recordemos que esa ley no impera en esas montañas. La que sí se termina imponiendo es la ley de la realidad. Y por eso urge que la incursión de las huestes del CJNG sea rápida, quirúrgica y eficaz. Para regresar a esa versión de regulación institucional y monopolio de la violencia que se llama Pax narca, la cual es mal menor para el presidente López Obrador, porque “donde domina un cártel hay menos homicidios”.

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