- Los animales que no han tenido actividad sexual, se comportan de manera distinta que aquellos que la han experimentado una vez.
Ciudad de México, 18 de febrero de 2019 (Notimex).- La investigadora del Departamento de Farmacobiología del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), Gabriela Rodríguez Manzo, analiza cómo la primera experiencia sexual cambia el funcionamiento del cerebro en individuos del sexo masculino.
Rodríguez Manzo explicó que durante la eyaculación, el organismo libera de manera natural opioides endógenos (sustancias parecidas a la morfina), que funcionan contra el dolor, pero que también tienen la capacidad de producir sensaciones placenteras.
Esos opioides endógenos actúan en una región del cerebro conocida como el circuito de la recompensa, en el que se procesan aquellas actividades que resultan placenteras y que suelen ser indispensables para la supervivencia, como la ingesta de alimento, la conducta maternal y la actividad sexual, añadió.
En un comunicado del Cinvestav, mencionó que actualmente se analizan los mecanismos moleculares por los cuales estos opioides endógenos pudieran modificar el funcionamiento del circuito de la recompensa.
Al usar a la rata macho como modelo animal, la investigadora ha observado cómo animales que no han tenido actividad sexual, aunque sean sexualmente maduros, se comportan de manera distinta que aquellos que la han experimentado una vez.
Uno de los hallazgos es que se produce un cambio en los receptores a los que se unen esos opioides, presentes en el área tegmental ventral, que es parte de este circuito.
En esa región ocurre una modificación definitiva en el número y distribución de estos receptores después de la primera experiencia sexual y, aunque experiencias posteriores también producen modificaciones, son transitorias.
Las consecuencias placenteras de esta conducta lo llevan a querer repetirla y así asegurar el futuro de la especie, además se establece una asociación entre los estímulos olfativos y visuales durante esa primera experiencia sexual con dicha sensación.
Esto permite que la siguiente ocasión que el animal se encuentre frente a una hembra receptiva, automáticamente se active el circuito de la recompensa, y que la sensación placentera sea previa a la ejecución de la conducta sexual.
“La información sobre el control de la conducta sexual obtenida en modelos animales se puede extrapolar a los humanos, porque al ser una conducta primigenia, como la agresión, es controlada por el denominado cerebro límbico, que regula las emociones, y que compartimos todos los mamíferos.
“La diferencia es que los seres humanos tenemos control sobre las respuestas instintivas a través de la corteza cerebral, que es el cerebro racional y analítico, pero el funcionamiento básico del control de la expresión de la conducta sexual es equivalente entre ratas y humanos”, aseguró Rodríguez Manzo.