Cuando nos comemos las emociones

Nosce Te Ipsum Por: Josman Espinosa Gómez

México es el país número uno en obesidad infantil y número dos en adultos, una situación que desgraciadamente no nos hace sentir orgullosos, y mucho menos bien con nosotros mismos, sin embargo, más allá de todo lo que comemos y lo que ello representa, hay un factor que muchas veces no tomamos en cuenta y que cada día empieza a ser mucho más importante en nuestras vidas.

Las emociones son estas reacciones con las que viviremos toda la vida ante los estímulos externos, por lo que aprender a vivir con ellas es fundamental para una vida plena y sobre todo sana en todos los aspectos de nuestra vida. Sumado a esto, vivimos en una cultura en donde la comida es un factor de identidad y de vinculación emocional con el otro, así que muchas de las cosas a resolver las relacionamos con la comida y muchas veces y generalmente de manera inconsciente, ya que muchas de las veces que comemos, es para aliviar algún sentimiento que nos causa malestar, a esta acción se le conoce como “comer emocionalmente”, es decir, no comemos por una necesidad biológica, no es un hambre real, sino que es una necesidad emocional, cabe señalar que también las emociones pueden provocar lo contrario, perder el apetito.

Hay muchos trastornos y enfermedades asociados a los cambios en el apetito, sin embargo, esto no implica que haya un trastorno por tener más o menos hambre, esto también sucede cuando se produce la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental o una mudanza, así como en periodos de estrés laboral o exámenes también aparece el comer emocional. También es importante decir que estos cambios en nuestras ganas de comer también pueden darse en circunstancias positivas o agradables, como puede ser el periodo vacacional, conocer a una nueva pareja o un ascenso en el trabajo.

Todo va asociado a lo que sentimos y cómo lo gestionamos, donde cada una de estas relaciones presenta procesos específicos y muy particulares. A continuación, señalo las emociones más comunes que se asocian al comer como respuesta.

  • Estrés. Comemos muy rápido y masticamos con fuerza sin pararnos a saborear. Intentamos de esta manera liberar tensión.
  • Buscamos la comida como refugio.
  • Suelen ser atracones hasta que nos comienza a doler el estómago por la cantidad ingerida. Aunque no lo parezca apenas se disfruta de la comida y nos castigamos con el malestar producido por el atracón y engordamos.
  • La comida libera ciertas hormonas que nos hacen sentir bien, cuando comemos por tristeza se suele abusar de las cosas dulces, los carbohidratos y la “comida basura”. Aquí no son tanto atracón sino más bien un comer constante, cada poco tiempo.
  • Sensación de vacío o necesidad de afecto. Tratamos de llenar esas carencias con la comida. Tenemos la necesidad de sentir placer y saciedad.

Es importante regular estas emociones ya que no van a desaparecer y evadirlas u ocultarlas no se vuelve en la mejor opción, por lo que debemos buscar algunas más efectivas como por ejemplo: 1) acudir con un profesional, en busca de guía para ello, 2) se puede buscar información en distintas fuentes como libros y ahora documentales o lugares que proporcionen dicha información, tal vez tomando algunos ejercicios para empezar, 3) hacer meditación, es una técnica que ayuda a regular nuestras emociones y nos ayuda a no reaccionar impulsivamente a comer algo inmediatamente. Es importante reiterar que las emociones no son malas, al contrario, pero es importante aprender a encausarlas en una dirección positiva como una actividad deportiva, artística o cultural.

Cuando comemos de más y sin control, entramos en una espiral de la cual a veces se vuelve complicado salir, creemos que comemos para sentirnos bien, pero muchas veces esto nos hace sentir culpa generándonos ansiedad y esta ansiedad provoca de nuevo que comamos, situación que parece no acabará nunca. Muchas veces cuando hemos sobrepasado el peso con el que nos sentimos cómodos nos sentimos mal y volvemos a comer. Ocurre algo similar cuando lo que nos ocurre es que disminuye el apetito y no tenemos hambre, llegamos a un punto en el que no nos vemos bien y eso nos lleva a sentirnos mal y consecuentemente sentimos las mismas emociones que nos han llevado a no comer y seguimos sin tener apetito.

Al final del día, las consecuencias de estas dinámicas es que nuestra salud se empieza a ver afectada, por no nutrirnos correctamente, tenemos menos energía y andamos sin fuerzas durante el día, teniendo un malestar constante. Trata de que cuando notes estos síntomas pidas ayuda inmediatamente y no actúes de forma impulsiva hacia comer algo, mejor trata de ubicar ¿qué te está provocando sentirte de esa forma?, es el primer paso a una vida más saludable para ti y los tuyos.