Texto y fotos Agustín del Castillo

Rosa se cobija del sol bajo la frondosa copa de un gran ahuehuete mientras contempla las reducidas aguas de la presa Ignacio Allende, principal vaso artificial de la cuenca del río La Laja, y vigila a sus ovejas, que roen voraces todo lo que encuentran en la orilla desecada. El embalse este año ha descendido a uno de sus más bajos niveles en lo que va del siglo, solo comparable al de la sequía de 2011. La asignación de agua para sus agricultores, que conforman el distrito de riego 085, para la temporada 2023-24, es de cero litros. Deberán esperar a las lluvias de mediados de 2024.

Una máquina trituradora de lirio trabaja al interior del exangüe lago artificial que tiene casi 80 años de existencia, y hace un ruido que rompe con la apacible estampa bucólica. “Esto le va a pegar a mucha gente, los agricultores de la parte de abajo no podrán sembrar. Entonces hay que buscar otro modo de mantenerse; unos se van al norte, otros a las fábricas”, explica, mientras su pequeño hijo Juan quiere golpear a su hermana porque le robó unas monedas y unas cartas de memorama, conflicto más sencillo de resolver que la escasez propiciada por esta fuerte sequía que se prolonga ya por dos años.

Este tributario del río Lerma, en el oriente de Guanajuato, es un ejemplo de la crisis climática que atraviesa la región: los registros de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) revelan que desde 1989, no había llovido tan poco. La media histórica anual de lluvias en la cuenca de 58 mil kilómetros cuadrados es de 717 milímetros, pero este ciclo sólo cayeron 463 mm, lo que ha dejado a las grandes represas de la región en alrededor de 48 por ciento de su capacidad, aunque a la Ignacio Allende le fue mucho peor: el dato es de apenas 14 por ciento. El agua existente, unos 25 millones de metros cúbicos (m³), debe conservarse de acuerdo a las políticas de operación del embalse.

En noviembre de 2023, se realizó la reunión anual de asignación de volúmenes de la cuenca Lerma-Chapala. Como resultado de la escasez generalizada, la asignación de agua fue reducida, lo que técnicamente significa “política media” de distribución, conforme al decreto federal de abril de 2014. El distrito de riego más grande de la zona, y uno de los mayores del país, es el 011, que recibe agua de la megapresa de Solís, que puede de forma extraordinaria puede contener casi 1,214 millones de m³.  millones de m³, pero esta vez solo aportara 469 millones de m³, lo que obliga a sus agricultores, al igual que los del distrito 085, a cancelar los cultivos de fin de año, explicó el presidente del consejo de cuenca, Roberto Castañeda Tejeda.

Presa de Solís, a menos de medio llenar

El cuerpo de agua que determina la política de distribución a seguir es el lago de Chapala, el más grande del país. Chapala alcanzó el pasado 1 de noviembre 3,958 millones de m³, esto es, 50 por ciento de su capacidad y apenas dos centímetros de alza de su nivel en todo el temporal. Solo en 2011 se comportó peor, con apenas 1 cm recuperado. El decreto de distribución señala que si Chapala está por abajo de seis mil millones de m³ y por arriba de 3,200 millones, la política de asignación es “media”. Sin embargo, la raquítica recuperación de los vasos artificiales del Lerma castigan aun más a los productores: se están asignando alrededor de 900 millones de m³ al uso agrícola, la única asignación por debajo de mil millones de m³ que se ha dado desde 2005.

En la cuenca Lerma-Chapala se ubican ocho distritos de riego –los número 033, 045, 087, 022, 061, 085, 011 y 013- y los sistemas de pequeña irrigación denominados Alzate, Tepetitlán, Angulo, Duero, La Begoña, Pericos, Zula, Ramírez, Tepuxtepec, Solís, Querétaro, Adjuntas, Corrales, Yurécuaro y Chapala.

Rosa, morena y treintona, tiene a su marido en Estados Unidos. Éste le mandó dinero para la crianza de las ovejas, lo que demanda cuidados y paciencia para que estén en edad de reproducirse y parir. De eso vive, y de atender a sus dos hijos, menores de diez años, que afortunadamente han resuelto por hoy su diferendo, el eterno pleto por la riqueza que divide a la humanidad. Otros vecinos acuden a la presa a pescar, a sacar arena, a colectar troncos. Pero al mediodía, en el poblado Presa de Allende hay poca presencia humana: la mayoría sale a trabajar a las fábricas a Dolores de Hidalgo, a Salamanca o a Celaya, o bien, laboran en el importante sector turístico de la cabecera municipal.

GUERRAS POR EL AGUA EN LA REGIÓN QUE ALIMENTA A MÉXICO

La amplia región sur del altiplano mexicano, entre México y Querétaro al oriente, Jalisco y Aguascalientes al oeste, aporta casi 30 por ciento de la producción agrícola y cerca de 40 por ciento de la producción ganadera de todo el país, de acuerdo a los datos del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural federal. Ha sido por cinco siglos el granero de México y sus fincas han proveído de leche, carne y huevos a los hogares de México. Por eso es tan relevante el impacto ascendente de las sequías, agravado por las erráticas políticas de adaptación y mitigación ante el cambio climático, y la creciente indiferencia del gobierno federal al sector más productivo del campo.

Por si fuera poco, la demarcación de más de 150 mil km² (17 por ciento del territorio mexicano), alberga un importante sector industrial (más de 15 por ciento del PIB nacional del sector), ciudades populosas con robustas redes comerciales locales e internacionales, como Aguascalientes, León, Celaya, Querétaro y Toluca, y tiene como usuarios de sus aguas a dos de las tres mayores urbes del país: Ciudad de México y Guadalajara.

Dos ecorregiones cultural y económicamente diferenciadas, El Bajío y Los Altos de Jalisco, integran el corazón de este emporio productivo; la primera coincide prácticamente con la cuenca Lerma Chapala, en los estados de México, Querétaro, Michoacán, Guanajuato y Jalisco; la segunda es la subcuenca del río Verde, que descarga en la cuenca del Santiago y abarca tierras de Jalisco, Aguascalientes y Zacatecas.  El amplio corredor ha sido desde el siglo XVI el más importante para la economía nacional, productor de plata, alimentos y tecnología, y una de las cunas del primer capitalismo global, según el historiador estadounidense John Tutino, de las universidades de Texas y Georgetown (Creando un nuevo mundo; los orígenes del capitalismo en El Bajío y la Norteamérica española, 2016, Fondo de Cultura Económica).

El documento “Panorama agroalimentario” publicado por la Sader en 2023, señala una producción de alrededor de 86 millones de toneladas de alimentos de un total de 300 millones de todo el país. El valor de esa producción ronda 450 mil millones de pesos (equivalente al PIB sumado de Nicaragua y Honduras) y da ocupación a un millón 250 mil personas, en cifras redondas.

El Bajío y Los Altos viven en el riesgo creciente de ser víctimas de su éxito. Hay conciencia de que al estar en la frontera sur del desierto de Chihuahua, los temporales erráticos y la franca disminución del agua son parte de su realidad desde al menos 1989, cuando se declaró la segunda gran sequía histórica de la cuenca desde los años 50, y el lago de Chapala estuvo fuertemente amenazado. Apenas diez años después, entre 1999 y 2002, el extenso embalse de agua dulce habría alcanzado su cota más baja desde que existen registros, si no se hubiera dado una apertura de las compuertas de la presa de Solís, lo que mitigó su precariedad. La razón legal argüida para ese “trasvase” (no es tal, pues Solís está en la misma cuenca) fue la prioridad del derecho humano al agua. Guadalajara, como usuario principal del lago, debía tener garantizado el recurso para el uso público urbano. Pero más allá del éxito de la medida, fue el banderazo de lo que muchos llamaron “la guerra por el agua”: los agricultores de El Bajío, por un lado; la capital de Jalisco y los ecologistas, por el otro.

Ganado en colapso en Ojuelos de Jalisco

León también se ha sumado a las controversias. El segundo capítulo del enfrentamiento campo-ciudades fue por el agua del río Verde, y cambió a los actores: la capital económica de El Bajío pretendía llevarse 120 millones de m³ al año en un acueducto de más de 100 kilómetros de longitud, con el costo de inundar tres pueblos tradicionales y la irritación de los alteños jaliscienses. Los descendientes de los guerrilleros cristeros vieron en el trasvase (este sí, pues va de una cuenca a otra) un despojo de su agua. Este conflicto se ha resuelto, o eso parece, con la decisión del gobierno de Andrés Manuel López Obrador de cancelar el acueducto y modificar la cortina para apenas proveer algo de agua a Guadalajara.

Eso abre el tercer capítulo, que es la búsqueda por ambas ciudades, de resolver su sed creciente, debida en buena medida al poder de sus industrias inmobiliarias, que mantienen la tendencia a la expansión, más allá de las buenas intenciones institucionales. Por ejemplo, la capital de Jalisco, que históricamente le extraía 190 millones de m³ de agua a Chapala, este último año rebasó 230 millones de m³, muy cerca ya del límite de su asignación, según los datos de la Conagua. En León, las colonias populares ya han debido enfrentar cortes de suministro. Pero el decreto presidencial de reparto del agua del Verde, que data de 1995, sigue sin modificarse, lo que indica que los derechos de la ciudad de El Bajío permanecen intactos.

“A mí me parece que la idea que tienen es que el gobierno de López Obrador pasará, y entonces, se buscará negociar con el nuevo gobierno la posibilidad de retomar el proyecto”, señala el investigador Daniel Tagle Zamora, de la Universidad de Guanajuato. Con su colega Alex Caldera Ortega, coincide en que el estado de Guanajuato asumió en algún momento de los años 90, con seriedad, un proyecto de resiliencia hídrica, pero lo abandonó cuando cantaron las sirenas de 120 millones de m³ extra por año desde las cañadas de Los Altos. “Parece que no hay un aprendizaje de las lecciones que deja este fracaso”, apunta Caldera.

Estas presiones del sector urbano, que cobija los intereses de las industrias que son abastecidas por los sistemas públicos, también apuntan a presionar otras posibles fuentes. Por ejemplo, León también tiene en pláticas con los agricultores del distrito 011, que abarca 110 mil hectáreas (equivalentes a la cuarta parte del estado de Tlaxcala), la posibilidad de que se puedan aportar de la presa de Solís las aguas que se le han negado de El Zapotillo. “Sabemos que es un uso prioritario, no estamos cerrados a negociar”, comenta al respecto el presidente del módulo de Salvatierra de esa región, Rigoberto Paredes Villagómez, ex dirigente cenecista en Guanajuato.

El campesino admite que hay una inversión histórica importante en la tecnificación, para reducir el desperdicio de agua en las siembras, que según la Comisión Estatal del Agua, rebasan 50 por ciento. “El problema es que se descompone algo mínimo, y el productor, si el gobierno no se lo repara, lo deja tirado y regresa a los métodos tradicionales; es un problema muy serio”, admite Paredes Villagómez. Si esa inversión se deja de lado, será difícil que Solís tenga los recursos suficientes para abastecer dos sectores.

“Cuando hay escasez de agua o malos precios en el mercado, también hacemos recomendaciones a los productores para que cambien de productos; pero es solamente una sugerencia; cada productor es diferente y muchos sencillamente se aferran a sus decisiones, lo que limita el alcance de la planeación, agrega el dirigente.

Guadalajara, por su parte, obtendrá en 2024 unos tres mil litros extra por segundo de la cuenca del Verde, según el gobierno del estado, y otros dos mil litros los busca obtener de concesiones de pozos de la industria del corredor de El Salto, la cual será abastecida por una “línea morada” con agua tratada de la planta de tratamiento de El Ahogado, de calidad secundaria. Sin embargo, sólo ha obtenido contratos por 600 litros, y la tendencia de las empresas es a no entregar sus concesiones, sino, a lo sumo, “prestarlas”.

Son los proyectos inmobiliarios los que están poniendo en jaque el abastecimiento de ambos centros urbanos. En León, el megaproyecto City Center y la sequía ocasionaron que más de 90 colonias sufrieran “tandeos” o cortes de suministro durante este año. En Guadalajara, los permisos para desarrollos nuevos y torres también han puesto en jaque el servicio. En 2021 quedaron sin agua más de medio millón de tapatíos por la escasez en la presa Calderón, pero las construcciones de fraccionamientos no se han detenido, aunque hay más de un cuarto de millón de casas solas en la periferia y existe una reserva urbana con permisos, superior a ocho mil hectáreas, pese a que la política de expansión ha sido supuestamente cancelada desde 2016, con la creación del Programa de Ordenamiento Territorial Metropolitano (POTmet). Al arranque de 2024, la autoridad espera mitigar el problema con la llegada de agua del sistema El Zapotillo, lo que solo disfraza la crisis ocasionada por la expansión de la ciudad.

No es descartable que los intereses de las dos ciudades entren pronto en colisión. Si León ejerce sus derechos o si extrae el agua de Solís, afecta dos puntos de abastecimiento de Guadalajara. Eso podría ser el cuarto capítuilo, esta vez, urbanos contra urbanos. “Un funcionario de la Conagua, Mario López, nos dijo cuando se negoció el decreto de distribución que está vigente, que el acuerdo es bueno, pero no resistiría tres años de sequía”, señala el académico del Iteso, Rodrigo Flores Elizondo. 2024 será, al menos durante los primeros cinco meses, un año seco en toda la región, conforme a los pronósticos del Servicio Meteorológico Nacional. Es el tercer año.

MUERTE EN LOS ALTOS DE JALISCO POR SEQUÍA Y OTRAS CAUSAS

El becerro yace en medio del reverdecido matorral del las tierras de uso común del ejido La Cuchara, en las áridas llanuras de Ojuelos de Jalisco, en el extremo oriente de la meseta de Los Altos. Presenta cerca de un mes en descomposición, y como ha estado expuesto al sol, al calor extremo y a los necrófagos, pronto será solamente cueros y huesos. No es el único. A menos de 100 metros, otra víctima de la sequía comenzó su proceso dos semanas después. Y vendrán más, pues hay algunos muertos en vida.

El presidente del comisariado ejidal, Martín Montoya Contreras, señala a una vaca de cuatro años de edad, que luce ya las costillas. “Lo lamento muchísimo; la descuidé por andar en la política y ya no tiene remedio, ni siquiera quiere comer. Ya solo estoy esperando que se caiga”. El bovino camina desorientado e inexpresivo y no hace por arrancar hierba aunque haya pasto tierno. Las vecinas más sanas hacen honor a ala fama de hambre inextinguible que persigue a todos los grandes hervíboros. Su condición de rumiantes o poligástricos (poseen cuatro estómagos) les ayuda a enfrentar la escasez, pero ante la gran masa corporal, y la pobreza proteínica de muchos pastos, no les queda otra que comer sin detenerse.

“La gente que conoce nuestro clima a veces nos pregunta que de qué vive la gente de Ojuelos, y muchos dicen: pues de puro milagro. Porque no llueve lo suficiente casi nunca, y este año, precisamente, llovió mucho menos que cualquier otro año; fue un año espectacular en cuanto a la sequía”, refiere el campesino.

¿Cuáles son los efectos que esto va a acarrear a los productores?  Simple: “no va a haber cosecha, no va a haber ni siquiera pastura para los animales; los aguajes están secos o con mínimos, ni siquiera cinco por ciento de su nivel de agua. Entonces va a haber una carestía enorme de alimento y de agua, se pondrá todo muy caro […] el problema es que este año es el siguiente de dos; el anterior también nos fue muy mal a la mayoría de los que producimos frijol y maíz, y este año, pues ni siquiera se pudo levantar la cosecha, ni siquiera las matitas, que quedaron a medio desarrollo, produjeron lo suficiente para cortar algo…”.

Francisco Javier Rojas Martínez es un migrante que ha logrado en Estados Unidos lo que México le negó: prosperidad, No obstante, se aferra a su terruño, y le invierte. Ha adquirido un rancho y no deja de hacerle la lucha a las siembras y al ganado.

“Nosotros de algún modo ya sabemos enfrentar este problema de la sequía, tenemos un conocimiento de cómo como sobrevivir que nos han pasado por generaciones; lo que yo encuentro peor es el mal sistema educativo que tenemos, en todo México; el sistema nos enseña a emigrar ante el menor problema; por ejemplo, un sobrino acaba de irse con toda la familia porque ya no le ve modo a estar aquí, ya no hay interés por la tierra. Nosotros nosotros emigramos en 1978, pero nunca hemos dejado de vivir aquí, de de tener residencia aquí y de seguir apostando […] veo lamentablemente que los nuevos migrantes ya no tienen ese arraigo, ya ni siquiera el interés por mantener la herencia de sus padres y abuelos”, subraya.

Los ancestros de Rojas Martínez fueron migrantes, pero no solo a Estados Unidos; anduvieron en las fincas henequeneras del sureste. “Se iban a la costa del golfo y embarcaban a Yucatán a trabajar; mi abuelo, mi tatarabuelo, se iban en estas situaciones, pero todo el tiempo era buscar mejorar un poco la economía y regresar […] digamos que es una migración de pobreza la que se ha dado en nuestra región, pero eso también demuestra que nos hace falta aprender a trabajar, mejorar la producción y hacer mejores negocios para que haya prosperidad”, añade.

El novelista Agustín Yáñez llamó a esta meseta con alturas superiores a 2 mil metros sobre el nivel del mar, “Las tierras flacas”. No obstante, los datos de su productividad son impresionantes. Región agrícola, y sobre todo, ganadera, aporta más de la mitad de la producción nacional de huevo de gallina, 9 por ciento de la carne de ave, 21 por ciento de la leche fluida de bovino y, junto con los municipios de la Ciénega de Chapala, ubicada al sur, 22 por ciento de la carne de cerdo, señala la Sader en Panorama Agroalimentario 2023 (disponible en Panorama Agroalimentario 2023 (pubhtml5.com).

La Conagua no informa de las precipitaciones acumuladas desde marzo de 2023, cuando sufrió el hackeo de sus plataformas web. No obstante, el mejor termómetro de la escasez son las presas mayores y los bordos, donde el agua se ha reducido dramáticamente, advierte el presidente del Consejo Regional para el Desarrollo Sustentable (Conredes), Juan Guillermo Márquez Gutiérrez. De este modo, el registro para la presa El Cuarenta, ubicada en Lagos de Moreno, es de apenas 5.5 millones de m³, es decir, 18.3 por ciento de su capacidad total; La Sauceda, en el mismo municipio, tiene 27 por ciento de almacenamiento, es decir, 4.3 millones de m³.

“No tenemos apoyo del gobierno, y vienen tiempos muy difíciles”, coinciden los presidentes de las zonas de riego de ambos embalses, José Carmen Martínez Tostado (El Cuarenta) y Ramiro Flores Centeno (La Sauceda). La falta de agua también asuela a las comunidades rurales. “El ayuntamiento manda pipas a los ranchos de arriba, la situación anda muy mal”, comenta Ramiro mientras muestra las raquíticas existencias del embalse, donde las torres de la iglesia de la vieja hacienda ya empiezan a sobresalir del agua.

La falta de agua ha sido un problema recurrente; políticamente dio soporte a la oposición al acueducto El Zapotillo-León, pero eso no exime de contradicciones a la propia dinámica económica.

La investigadora Cindy McCulligh, doctorada en el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS Occidente), ha documentado una revelador tendencia a incrementar los gastos de agua pese a su falta crítica.

Señala datos de la Sader: algunos municipios emblemáticos como Lagos de Moreno, San Juan de los Lagos y Encarnación de Díaz crecieron sustancialmente sus tierras irrigadas en el periodo del gran debate por la escasez: entre 2006 y 2022, se pasó de 50,490 hectáreas bajo irrigación a 84,243 hectáreas. En particular, Encarnación tenía 4,900 ha en 2006 y reporta alrededor de 15 mil en 2022; San Juan pasó de 2,800 a más de ocho mil ha, “y me llama mucho la atención de éste, pues cuando fuimos al ayuntamiento a hacer la investigación, nos comentaron que solo existe la posibilidad de abastecer de agua potable entre 24 y 36 horas por semana, a excepción del centro, que tiene agua todo el fin de semana por el tema del turismo y los peregrinos”. Esto significa, dice, que la falta de agua para uso urbano se debe, en buena medida, a que el uso agrícola creció. Además, le alarma que de acuerdo con la Red Nacional de Monitoreo de la Conagua informa de niveles de contaminación alta en aguas superficiales como el río San Juan, o en las subterráneas, donde es común encontrar arsénico o fluor por encima de lo que la norma oficial mexicana permite.

Toda la región tiene vedas en agua subterránea, pero eso no impide procesos de acaparamiento de concesiones, fomentadas en buena medida por la opacidad de la Conagua y la existencia de un mercado negro de concesiones. A la larga, esto provoca que los pequeños productores, una nota social muy característica de Los Altos, estén comenzando a vender sus negocios, que son inviables por carecer de agua y por ende, no tener capacidad de producir sus forrajes, además de los problemas de mercado que los han afectado por décadas, advierte el ganadero Leonardo Muñoz Márquez.

Hay, sin embargo, buenas prácticas crecientes, pero todavía insuficientes, como el uso de residuos para biogás, la reutilización del agua, el manejo más adecuado del ganado, la reforestación de cuencas y el empleo de excretas para mejorar suelos.

De este modo, hay una sequía natural: el fenómeno de la escasez de agua por bajas precipitaciones. Pero se agrava con la sequía social, inducida por malas prácticas en el uso del recurso (sobreexplotación, contaminación), falta de infraestructura, y ausencia de autoridad regulatoria, lo que vulnera derechos y afecta a las capas socialmente más desprotegidas. Muchos de los productores han terminado abrazando el agave: la renta de sus tierras a los productores de la materia prima del tequila reduce los espacios de producción de alimentos para el ganado, fundamentalmente. La ganadería, la actividad tradicional de la región, está amenazada, asegura David García Martín, ganadero de Encarnación de Díaz.

Estos son tiempos de cambio climático, de lluvias erráticas, de una expansión continua de los grandes desiertos, como el de Chihuahua, que colinda con esta región. Pero, ¿realmente, las nuevas sequías tiene que ver con la expansión del desierto, como aseguran muchos expertos? Uno de los mayores ecólogos de México, Exequiel Ezcurra, nacido argentino en 1950 y que hoy preside el Instituto para Estados Unidos y México de la Universidad de California, ataja esa idea: “no debemos confundir la desertización, un proceso natural, con esta destrucción de ecosistemas que estamos provocando en la zona del desierto para proyectos económicos de corto plazo. El desierto es un ecosistema muy importante y muy rico, no tiene que ver con estos páramos que se están expandiendo a costa de la actividad humana”, sostiene.

A su juicio, el comienzo de la solución para que se detone la adaptación de la economía a las capacidades reales de carga de los ecosistemas secos, es barrer con los subsidios, que impiden reflejar en los precios el verdadero valor de los servicios ambientales. “Si por otro lado, generamos una gran planeación para manejar de forma integral el agua y el suelo, es seguro que encontraremos que hay muchas soluciones, pero es necesaria la organización para la producción, la información sólida, el largo plazo y la confianza institucional”, secunda el ex secretario de agricultura federal (2003-2012), Francisco Mayorga Castañeda.

Parece que la realidad está alcanzando a todos. “El costo se nos elevó mucho por falta de agua; se necesitan más horas de bombeo para sacar de los pozos una poca agua; entonces si yo regaba 60 hectáreas, solo riego 30; antes regábamos una hectárea en doce a quince horas y ahora se nos fue a 30 horas […] no, no, no alcanzamos a sacar la inversión. Nos quedamos muy abajo”, lamenta Roberto Ruelas Barajas, presidente del ejido Guadalupe de Lerma, y de la zona de riego de La Barca, Jalisco, con 3,500 productores y 13 mil hectáreas. Todavía es una de las zonas más fértiles de México.

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