Por Friederike Heine y Robin Powell (dpa)

Berlín, Alemania. 12 de septiembre de 2021 (dpa).- Angela Merkel, la jefa del Gobierno alemán que deja el cargo tras 16 años, es conocida como una persona reservada. Este rasgo ha hecho que la pregunta sobre cómo llegó a convertirse en una política con una fuerza tan formidable sea difícil de responder. Sin embargo, su biografía da ciertas pistas.

Nacida en 1954 en Hamburgo como hija del pastor protestante Horst Kasner y de la profesora de inglés Herlind Kasner, Merkel se trasladó de niña desde la ciudad a orillas del Elba a Quitzow, en la entonces República Democrática Alemana (RDA). Era la mayor de tres hijos y pasó su infancia en el seminario donde trabajaba su padre.

Desde sus primeros años en la escuela, “Kasi” -apodo derivado de su apellido- fue una estudiante brillante con pasión por la lengua rusa y la cultura soviética.

Tras doctorarse en Berlín Oriental, Merkel trabajó como química cuántica en la Academia de Ciencias de la RDA. Sus antiguos colegas la describieron como tímida, diligente y siempre en busca de los datos más fiables.

En una biografía autorizada publicada en 2013, Stefan Kornelius escribió que Merkel eligió trabajar como científica porque “carecía de valor para una revuelta abierta” contra el régimen comunista. Otros sostienen que buscó astutamente un campo favorecido por los comunistas.

Merkel tenía 35 años cuando cayó el muro. En un comportamiento que se considera típico de ella, el 9 de noviembre de 1989 acudió a una cita semanal en la sauna con una amiga antes de unirse a las multitudes que cruzaban hacia Berlín Occidental.

Liberada repentinamente de la vigilancia del gobierno comunista y de la Stasi, la policía política de la extinta RDA, Merkel se unió a un nuevo partido de Alemania Oriental llamado “Amanecer Democrático”, hermanado con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) del oeste.

Aunque la CDU defendía algunos de los valores de Merkel -de centroderecha y culturalmente conservadores-, los biógrafos han especulado que la elección del partido pudo ser un reflejo de su instinto de poder más que de su ideología.

Merkel buscó rápidamente un encuentro con el líder de la CDU, Helmut Kohl, que se convirtió en su mentor. En pocos meses, pasó a ser conocida como “la chica de Kohl” y fue nombrada ministra de la Mujer y la Juventud en el primer gabinete en la Alemania reunificada.

En los primeros días de su carrera, Merkel fue presentada a menudo por Kohl y otros como una especie de novedad: una prometedora política de Alemania del Este y una mujer en el club de los hombres que era -y podría decirse que sigue siendo- la CDU.

Pero Merkel no dudó en abandonar a su antiguo mentor Kohl en 1999 en medio de un escándalo de donaciones a la CDU. De hecho, pasó a sustituirlo como presidenta del partido.

Merkel argumentó en un editorial del periódico “Frankfurter Allgemeine Zeitung” -un artículo que llegó a conocerse como una especie de “carta de divorcio” de Kohl- que la CDU necesitaba distanciarse de su líder del mismo modo que los adolescentes deben emanciparse de sus padres para ser adultos.

En 2002, Merkel cedió el papel de candidata principal de los conservadores a las elecciones a su rival Edmund Stoiber, que dirigía la Unión Social Cristiana (CSU), la rama bávara de la CDU. La jugada le salió bien: Stoiber perdió ante el socialdemócrata Gerhard Schröder, que tuvo que dejar el cargo tres años después.

Dos meses después de las elecciones de 2005, Merkel tomó posesión como primera mujer canciller de Alemania. Los 16 años siguientes irían a alterar drásticamente el panorama político de Alemania y el papel del país en la escena mundial, con una jefa de Gobierno que llegó a dominar la política europea.

Desde el torbellino financiero de la eurozona hasta la catástrofe nuclear de Fukushima, pasando por la llegada masiva de refugiados y la pandemia de coronavirus, Merkel se ganó la reputación de ser una imperturbable y astuta gestora de crisis.

Pero su respuesta más inesperada a la afluencia de inmigrantes en 2015, forjada en la famosa frase “Lo lograremos” cuando la magnitud del problema apenas estaba quedando clara, planteó dudas sobre la imagen de Merkel de estratega paciente y talentosa.

El audaz acto de no cerrar las fronteras fue alabado y criticado a la vez, pero dio lugar a lo que fue posiblemente la mayor amenaza para el poder de Merkel: el ascenso de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).

El panorama político en Alemania cambió, con la AfD representada en el Parlamento desde los últimos comicios.

Hasta ahora, Merkel no ha dado mucha importancia a su salida del poder: un último viaje a Estados Unidos, una última reunión con el Grupo de los Siete (G7), una última rueda de prensa en verano… estos acontecimientos han ido pasando sin que haya habido ninguna señal de que tenga intención de marcharse con bombos y platillos.

Si el año pasado sintió alguna decepción porque su presunta heredera, la ministra de Defensa Annegret Kramp-Karrenbauer, no aprovechó la oportunidad de ser su sucesora, Merkel no lo demostró.

Tal vez todavía tenga la mira puesta en el resultado de las elecciones del 26 de septiembre. Después de todo, seguirá siendo canciller interina hasta que se forme un nuevo gobierno. Las negociaciones para formar gobierno después de los comicios de 2017 duraron seis meses.

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